Las Azores son un archipiélago portugués ubicado en pleno centro del océano Atlántico. Situadas en una zona compleja tectónicamente, pues están en el lugar donde las placas eurasiática, africana y norteamericana colisionan, estas islas de origen volcánico son un auténtico santuario de la naturaleza. La fertilidad del suelo, unida a las abundantes precipitaciones, favorece la frondosidad casi selvática de sus bosques y el verde intenso de sus praderas, hasta el punto de que las leyendas sitúan aquí los últimos restos del mítico continente de la Atlántida. Todas las islas comparten este carácter exuberante… salvo una. Y es que la isla más joven del archipiélago rompe la norma, pues se compone principalmente de un terreno áspero y hostil, con extensos campos de lava donde afloran viñedos famosos por su viticultura heroica, que son patrimonio de la humanidad, y con el verde de los bosques y los pastos reducidos a la parte oriental y central de la isla. La isla de Pico no recibe su nombre por casualidad. El responsable de esta desolación magmática es un soberbio y agudo estratovolcán de perfil piramidal que domina con autoridad el occidente azoriano y que ostenta el título de techo de Portugal.
Las Azores son un archipiélago portugués ubicado en pleno centro del océano Atlántico. Situadas en una zona compleja tectónicamente, pues están en el lugar donde las placas eurasiática, africana y norteamericana colisionan, estas islas de origen volcánico son un auténtico santuario de la naturaleza. La fertilidad del suelo, unida a las abundantes precipitaciones, favorece la frondosidad casi selvática de sus bosques y el verde intenso de sus praderas, hasta el punto de que las leyendas sitúan aquí los últimos restos del mítico continente de la Atlántida. Todas las islas comparten este carácter exuberante… salvo una. Y es que la isla más joven del archipiélago rompe la norma, pues se compone principalmente de un terreno áspero y hostil, con extensos campos de lava donde afloran viñedos famosos por su viticultura heroica, que son patrimonio de la humanidad, y con el verde de los bosques y los pastos reducidos a la parte oriental y central de la isla. La isla de Pico no recibe su nombre por casualidad. El responsable de esta desolación magmática es un soberbio y agudo estratovolcán de perfil piramidal que domina con autoridad el occidente azoriano y que ostenta el título de techo de Portugal.
La Montanha do Pico muestra con claridad las tres fases de su formación: primero surgió la estructura volcánica principal, después el extenso cráter y, por último,se levantó en su interior el pequeño cono conocido como Piquinho, que constituye el punto más alto de la montaña. Se trata de un volcán activo y bastante joven, cuya última erupción se remonta a apenas tres siglos. La visión de las bravas aguas de la isla azotando sus oscuros acantilados y con las negras laderas volcánicas elevándose hasta la colosal silueta del estratovolcán, nevado durante buena parte del año, compone una de las imágenes más sobrecogedoras del Atlántico. Sin embargo, disfrutar de esta imagen no es tarea fácil. El Pico rara vez se deja ver, pues las frecuentes brumas que cubren el archipiélago habitualmente envuelven la montaña. No es de extrañar si se tiene en cuenta la descomunal pluviosidad de la isla (en el volcán caen 4000-5000 litros al año, según un museo local), que convierte los días nublados o lluviosos en la norma más que en la excepción. Aún así, a cualquier montañero que visite las Azores le recomendaría encarecidamente acercarse a esta remota isla para, si el caprichoso clima atlántico lo permite, ascender a esta emblemática montaña, uno de los volcanes más bellos que un servidor ha tenido la fortuna de contemplar.