Pocas sierras hay en todo el Pirineo tan míticas como el Cadí. A caballo entre el Alt Urgell, la Cerdanya y el Berguedà, esta monumental muralla emerge con fuerza separando el profundo valle del Segre, al norte, del laberinto de peñas calizas del Prepirineo Oriental, que quedan empequeñecidas ante semejante mole. Por su ubicación, apartada del eje axial de la cordillera, forma parte del Prepirineo, siendo su segundo macizo más alto tras el Cotiella (aunque algunos le conceden el primer puesto, al considerar al Cotiella como parte del Pirineo propiamente dicho). Como consecuencia de su aislamiento orográfico, su prominencia es muy elevada, siendo la séptima montaña más prominente de Catalunya y entrando holgadamente en el ilustre top 20 del Pirineo, formando parte de la élite pirenaica con todo merecimiento.
Pocas sierras hay en todo el Pirineo tan míticas como el Cadí. A caballo entre el Alt Urgell, la Cerdanya y el Berguedà, esta monumental muralla emerge con fuerza separando el profundo valle del Segre, al norte, del laberinto de peñas calizas del Prepirineo Oriental, que quedan empequeñecidas ante semejante mole. Por su ubicación, apartada del eje axial de la cordillera, forma parte del Prepirineo, siendo su segundo macizo más alto tras el Cotiella (aunque algunos le conceden el primer puesto, al considerar al Cotiella como parte del Pirineo propiamente dicho). Como consecuencia de su aislamiento orográfico, su prominencia es muy elevada, siendo la séptima montaña más prominente de Catalunya y entrando holgadamente en el ilustre top 20 del Pirineo, formando parte de la élite pirenaica con todo merecimiento.
El Cadí es extremadamente disimétrico: mientras que su cara sur es una inmensa pala de matorral y pedreras, su cara norte es un sobrecogedor acantilado completamente vertical, surcado de espolones, torreones y canales que se desploman sobre los frondosos bosques del Baridà. Curiosamente, la parte alta de la montaña es un extenso y allanado lomo de hierba y piedra, sin grandes desniveles ni cumbres muy individualizadas, en marcado contraste con las dos vertientes que lo delimitan. Por ello, el Cadí recuerda a una colosal ola petrificada: irguiéndose poco a poco por el sur, llana en su cresta, y precipitándose abruptamente por el norte. La visión invernal de su vertiente septentrional es de las que cuestan de olvidar.
