Los dóciles gigantes del Coll de Pal

Tosa d'Alp (2.536 m), Cap del Serrat Gran (2.402 m) y Puigllançada (2.409 m) por el Coll de Pal

El Puigllançada y la Tosa desde el Puigpedrós

La Tosa d’Alp es un descomunal edificio montañoso de formas suaves pero contundentes, con frondosos bosques cubriendo sus faldas y que dan paso, poco a poco, a anchas lomas calizas que culminan en un extenso plató cimero. Desgraciadamente, la Tosa es también una montaña muy humanizada. La estación de esquí de Masella ocupa prácticamente toda su vertiente septentrional, transformándola por completo con pistas y telesillas que alcanzan la misma cima. Muy distinta es la cara sur: un abismo de más de mil metros en el que las protagonistas son las decenas de agujas calizas de les Muntanyetes, que conforman uno de los paisajes más abruptos y verticales del Pirineo catalán.

El Puigllançada desde la Roca Tiraval

El Berguedà y la Cerdanya están separados por la alargada muralla del Moixeró, que a su vez divide dos importantes núcleos montañosos: al oeste, el legendario Cadí; al este, dos de los grandes colosos del Prepirineo catalán. La Tosa d’Alp y el Puigllançada figuran entre las montañas más conocidas (y voluminosas) de la cordillera en Catalunya, gracias a su aislamiento, monumentalidad y estratégica ubicación, que las hace bien visibles desde medio principado. Especialmente imponente resulta su silueta desde la llanura de la Cerdanya, donde la Tosa destaca incluso por encima del Cadí, o desde el profundo valle del Llobregat, en el Alt Berguedà, donde las cabezas de estos gigantes sobresalen por encima de las sierrezuelas prepirenaicas.

La Tosa y les Muntanyetes desde la Roca Tiraval

El Puigllançada, por su parte, es un domo herboso de perfil redondeado que se extiende en dirección norte-sur, con formas aún más suaves que las de la Tosa. Aunque las pistas de esquí de la Molina quedan cerca, no lo están lo suficiente como para afear el panorama, a diferencia de su vecino. El ciclópeo cabezo del Puigllançada puede considerarse como la culminación de la Serra de Montgtrony, prolongación del macizo hacia el este,  donde también predominan las dóciles cúpulas herbosas, de las cuales el Puigllançada es su máximo exponente.

Por fortuna para el montañero, enlazar ambas cumbres resulta sencillo gracias a la carretera del Coll de Pal, que permite ascenderlas de forma consecutiva trazando una circular que evita en gran parte las zonas esquiables. Una ruta magnífica para conocer como es debido estos soberbios gigantes catalanes y disfrutar de las panorámicas desde sus cimas, que se cuentan entre las más completas de toda Catalunya.

FICHA TÉCNICA

Desnivel850 m

Longitud12,9 km

Altura mínima2.030 m

Altura máxima2.536 m

Dificultad técnicaNula. Sencilla ascensión a dos herbosas cumbres en la que mayoritariamente iremos por caminos. El ascenso a la Tosa por la Carena de Comabella es empinado y duro, pero sin ninguna complicación más que la propia pendiente.

Track en Wikiloc

Mapa de la ruta realizada tomado en el visor Iberpix

Acceso

El punto de inicio es el final de la carretera BV-4024, cerca de los restos de la antigua estación del Coll de Pal y punto en el que la carretera se transforma en pista de tierra. Ahí encontramos varios sitios donde se puede dejar el coche sin problema. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace a Google Maps.

Fotodescripción

Empezamos la excursión algo tarde, lo que en un día de verano significa riesgo de que nos pille el toro de las tormentas de tarde; nos marcamos el objetivo de distraernos lo mínimo. Desde el final de la carretera del Coll de Pal ya tenemos esta vista del Cap del Serrat Gran, que se eleva sobre una rampa mixta de hierba y piedra caliza. Quedará pendiente para más tarde, pues antes debemos dirigirnos a la Tosa d'Alp.

Aunque técnicamente ya estemos en la Tosa, su cima no aparecerá hasta que prácticamente estemos en ella, pues está bien protegida tras una sucesión de extensos lomos, como el que utilizaremos para acceder a su interior: la Carena de Comabella.

La Serra de Comabella es una amplísima pero empinada rampa herbosa de más de 300 de desnivel que tenemos que ir superando con paciencia.

Durante la dura subida nos estimula la visión del colosal túmulo del Puigllançada, que será la tercera y última cima de la jornada. Aún faltan unas horas para estar por allí.

A medida que ganamos altura, se abre ante nosotros la planicie de la Cerdanya, con su macizo más elevado al otro lado de la falla, donde destacan...

...el trío formado por el Puig de la Portella Gran y los dos Perics.

Del mismo modo, tras el complejo hotelero de la Molina se alza lo más granado del Pirineo Oriental: el macizo del Freser coronado por la imponente cabeza del Puigmal, en su extremo derecho.

El lomo va perdiendo inclinación gradualmente hasta morir en el Collet de la Mola, situado a la izquierda del Puig d’Alp, que rodeamos por detrás.

El terreno abrupto que domina los contornos exteriores de la Tosa da paso, al alcanzar el Collet de la Mola, a un paisaje mucho más amable, con suaves praderas de hierba y afloramientos de caliza. Desde este punto nos dirigimos al collado que vemos a la derecha, para iniciar después el ascenso por la colina central.

Antes de adentrarnos en el corazón de la Tosa, echamos un vistazo al Cap del Serrat Gran, que se muestra como un descarnado crestón pálido...

...y también al Puigllançada, bellamente realzado por el intenso verde de la hierba y por las sombras de las nubes, que van ganando terreno poco a poco.

Temiendo los chubascos anunciados por la tarde, apuramos el paso y avanzamos con rapidez por la vaguada que se abre tras el Puig d'Alp. En lo alto ya se distingue el refugio del Niu d'Áliga, situado muy cerca de la cumbre de la Tosa. Pero la cercanía a la cima también implica que hemos entrado de lleno en el dominio hivernal de Masella y, con él, en la fealdad que aportan las pistas de esquí a una montaña.

Siguiendo la pista que recorre la vaguada, ascendemos con rapidez el centenar de metros de desnivel que nos separan del refugio, tras el cual aparece la verdadera cumbre de la Tosa d'Alp, también llamada Pedró dels Quatre Batlles.

Probablemente estamos ante uno de los mejores miradores de todo el tramo oriental del Pirineo (que no Pirineo Oriental), pues las vistas abarcan de las lejanas montañas del Pallars hasta las de Núria. Al estar justo delante, se tiene una vista excepcional de todas las cumbres de la Cerdanya, revelándose ahora las que antes permanecían oculta.

De todo el cordal fronterizo ceretano, destacan especialmente dos cumbres: la Tossa Plana de Lles, dominando su sector occidental...

...y el Puigpedrós, con su inconfundible desierto calizo en altura, rigiendo el centro de la Cerdanya.

Vale la pena acercarse a la cima sur de la Tosa para obtener una mejor perspectiva de...

...el mar de peñas del Alt Berguedà. Desde aquí, el terreno se desploma y transforma, pasando de la desnuda roca caliza a los frondosos bosques del Moixeró, que interrumpen momentáneamente el reinado calcáreo antes de regresar con fuerza en el Cadí, cuya muralla divisamos al fondo junto con la legendaria silueta escarpada del Pedraforca.

Hacia el sur, observamos el valle del Llobregat, soberbiamente escoltado por las grandes sierras prepirenaicas del Berguedà: a la izquierda, el Catllaràs; a la derecha, los Rasos de Peguera y Ensija.

El panorama oriental está limitado por las distintas cotas que jalonan la corona exterior de la Tosa, con el Cap del Serrat Gran alineado con el Puigllançada. Hacia allí nos dirigimos, recorriendo el borde del altiplano.

Un marcado trazo nos conduce primero por los Rasos de Comabella y, más adelante, por el Serrat Gran, cuya única cota relevante asoma a la derecha de la imagen. También aparecen las primeras cortinas de precipitación y se oyen los primeros truenos en la lejanía. Las tormentas de tarde son como un reloj suizo, no suelen fallar.

Este peliagudo panorama contrasta con el cielo prácticamente despejado que dejamos atrás en la Tosa, de la que ahora contemplamos todo su plató somital, desde la cima sur hasta la principal, pasando por el refugio Niu d'Àliga.

Entramos en un tramo más empinado durante el descenso a la Collada de Comabella, punto previo a la subida al Cap del Serrat Gran, cuya rocosa pala ya vemos en su totalidad.

Desde el collado, nos quedan apenas 60 metros de pedregosa ladera, bien salvada por el sendero, para llegar a...

...la cumbre del Serrat Gran que, al estar separado de la gran masa de la Tosa, nos permite ver la colosal magnitud de esta montaña y los formidables desplomes de su cara sur, muy distinta a la suavidad de sus otras vertientes.

Aún así, lo que más impresiona es la visión de las centenares de torres y espolones que se desprenden del Moixeró, cayendo en picado sobre los densos bosques de su base. Sin duda, uno de los parajes más agrestes de todo el Pirineo catalán.

El circo en el que nos encontramos no es tan agreste en su parte más meridional, la de Comafloriu, aunque sigue teniendo su caída de largos metros hasta el fondo del valle.

En la cima del Cap del Serrat Gran, la naturaleza calcárea del macizo se manifiesta con intensidad, pues la parte alta se compone de varias cotas rocosas separadas por dolinas.

El camino continua por el fondo de estas depresiones, teniendo que atravesar un curioso vallecito rocoso que avanza entre las distintas puntas de la montaña.

Después de esta peculiar travesía, encontramos una bifurcación. Hacia la derecha, el sendero continua hacia la Collada de Comafloriu y continúa rodeando el circo de la Tosa, siguiendo el itinerario de la Cavalls de Vent. Nosotros, en cambio, seguimos por el GR, en dirección al Coll de Pal y al Puigllançada, que vuelve a estar cercano.

Mientras descendemos por amplias y cómodas laderas herbosas observamos como, desde la carretera del Coll de Pal, ya visible, empieza la homogénea y franca pendiente del Puigllançada, que va a ser la última subida del día.

No tardamos en alcanzar el collado, teniendo que cruzar la carretera, afortunadamente poco transitada.

Y esto es lo que tenemos delante. 300 metros de desnivel, de pendiente constante y terreno cómodo, que a estas alturas de la jornada se hacen notar. El ascenso no tiene mucha historia, simplemente hay que subir recto.

El desnivel se gana lenta, pero constantemente, Al hacerlo, vamos ganando perspectiva sobre la vertiente contraria, con lo que podemos ver el inicio de la ruta, la Carena de Comabella.

Y cuando ya nos pensábamos que nos habíamos salvado, la implacable regularidad de las tormentas estivales castiga nuestra salida poco madrugadora. Buena parte de la subida al Puigllançada la realizamos bajo un intenso aguacero, tan repentino como potente, que convierte la subida en una experiencia penosa.

Y, como suele ser habitual en estos chaparrones veraniegos, su llegada es tan súbita como su final. Alcanzamos el vértice del Puigllançada sin una sola gota cayendo del cielo, pero absolutamente empapados.

Con las negras nubes avanzando hacia el sur, tenemos un rato de calma para contemplar el panorama. La primera mirada se dirige hacia el este, horizonte que quedaba tapado por el propio Puigllançada desde la Tosa. Hacia esa dirección se despliega la Serra de Montgrony, característica por sus domos herbosos perfectamente individualizados que se adentran en el Ripollés.

Hacia el noreste, un mar de onduladas colinas verdes se extiende hasta el Puigmal, medio velado por las nubes tormentosas.

Al otro lado, la Tosa nos ofrece una visión completa de su cara más amable, justo cuando una nueva oleada de cortinas de lluvia se cierne por el norte.

Y, como colofón, una última panorámica del Moixeró y el Cadí, donde las protagonistas son las grandes paredes que contrastan con la suavidad de los Rocs de Canells y los extensos prados de Comafloriu.

El regreso no tiene mucho misterio: empezamos desandando nuestros pasos hasta el Coll de Pal y empezamos a seguir la carretera hacia el norte para ir a buscar su final.

Después de dos kilómetros ya tenemos a la vista el telesilla del Coll de Pal y, junto a él, nuestro coche, señalando el fin de la excursión.

Como imagen de despedida, los amenazantes cumulonimbos creciendo de nuevo tras el Serrat Gran, preparándose para una nueva descarga como la que nos han regalado en el Puigllançada. Que sería de las excursiones veraniegas sin la adrenalina de una buena tormenta vespertina...