La montaña sagrada de los catalanes
Canigó (2.784 m), Barbet (2.733 m) y Puig Sec (2.665 m) desde los Masos de Vallmanya
El Barbet y el Canigó desde el refugio de Cortalets
El Canigó forma parte del Pirineo Oriental, el mismo sector de la cordillera que las montañas de Ulldeter y Núria, lugares donde podemos encontrar bastantes picos más altos que el que nos ocupa. Sin embargo, el Canigó está completamente separado del sector occidental del Pirineo Oriental, pues un largo cordal suave y prácticamente llano, de una altura media de algo más 2200 metros, aísla el Canigó de sus hermanos de cordillera, dejándolo como el último reducto pirenaico antes de su violento desplome.
El macizo está dividido en dos secciones que se unen por la accidentada cresta del Puig Sec. La meridional es la que une el macizo con el resto del Pirineo Oriental por el Pla Guillem, mostrándose como una ancha, larga y pedregosa arista, con una altura que se mueve entorno a los 2.700 metros y culminando en el Puig dels Tres Vents o Tretzevents. La parte septentrional es más corta que la meridional, pero es la que concentra sus mayores alturas, entre las que destaca el Pic de Canigó, que le da nombre al macizo. Esta sección se articula alrededor del pico principal, una altiva pirámide rocosa en cuyo entorno encontramos los parajes más agrestes y alpinos del macizo, destacando el tremendo circo que conforma junto al Barbet (segunda montaña más alta del macizo), que podría perfectamente pasar por uno de los parajes más hostiles del Pirineo axial.
El Canigó desde la Portella de Mentet
En su extremo oriental, los Pirineos tienen un final mucho más abrupto que en su extremo occidental. A algo menos de 50 km del mar Mediterráneo, aparece un macizo de mucha más altura de lo que le correspondería a un final de cordillera. Acercándose a los 2.800 metros, durante mucho tiempo se consideró al Canigó la montaña más alta de los Pirineos por su imponente aspecto desde la llanura del Rosselló y las tierras bajas de Girona. Su cumbre está tan aislada y destaca tanto que se puede ver incluso desde la lejana Marsella, en la otra punta del Golfo de León.
Fuera de su notable importancia a nivel orográfico, el Canigó es, posiblemente, la montaña más importante dentro de la simbología de Catalunya junto con Montserrat. Centenares de leyendas tienen lugar en este macizo y su entorno (donde están los impresionantes monasterios de Sant Miquel de Cuixà y Sant Martí del Canigó), incluso ubicándose aquí para algunos el lugar fundacional de la nación catalana. Por ello, el mito alrededor de éste macizo es primordial, acrecentándose después de la publicación del poema Canigó de Jacint Verdaguer, siendo esta montaña la protagonista en este poema, obra magna de la literatura catalana. Su pérdida a manos de Francia hace tres siglos seguramente contribuyeran a mitificar aún más esta soberbia montaña, constituyéndose como montaña sagrada de los catalanes.
El Quazemí, el Canigó y el Barbet desde el Puig Sec
En esta reseña se detalla el ascenso por los Masos de Vallmanya, en un ascenso que supera un gran desnivel (cosa normal teniendo en cuenta lo mucho que se levanta el edificio montañoso del Canigó respecto a sus alrededores) que mitigaremos durmiendo en el Refuge des Cortalets, a medio camino. Se trata de una bellísima subida que nos permitirá conocer los distintos estratos del Canigó, sus bosques, sus laderas y sus crestas, pues pasaremos de los 1000 metros del fondo del valle hasta los 2.784 de la cumbre del Canigó, cima que podremos ver por todas sus vertientes, desde su brutal cara norte hasta su icónica cara sur, donde se encuentra su afamada Xemeneia. No se me ocurre mejor forma de ascender a ésta icónica montaña, que forma parte con todo merecimiento del selecto grupo de montañas más insignes del Pirineo.
Desnivel2080 m
Longitud26,4 km
Altura mínima1030 m
Altura máxima2.784 m
Dificultad técnicaPasos de I-I+ en el ascenso por la Xemeneia. Durante el ascenso al Puig Sec trepadas que pueden llegar al I, pero que se pueden esquivar.
Track en WikilocMapa de la ruta realizada tomado en el visor OpenTopoMap
Los Masos de Vallmanya es un diseminado del municipio de Vallmanya, en el Rosselló francés. La carretera a los Masos se toma desde el mismo pueblo de Vallmanya y está asfaltada en todo momento. El aparcamiento está situado al final mismo de la carretera a mano izquierda y, aunque no muy extenso, permite el estacionamiento de varios vehículos. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace a Google Maps.
Empezamos la ruta bajo un frondoso bosque, con un cartel indicando tanto el nombre del Canigó, que hollaremos mañana, como el del refugio de Cortalets, donde pasaremos la noche. Nos esperan 1200 metros de ardua subida que se pueden dividir en dos tramos: la primera parte es el ascenso hasta el Prat Cabrera, ya en una de las aristas que se desprenden del macizo. La segunda parte es el flanqueo de parte del macizo hasta el refugio.
El Prat Cabrera se encuentra en lo alto de la arista bajo la cual se alojan los Masos de Vallmanya, por lo que este tramo será el más duro. La primera parte del camino alterna tramos de bosque con otros de más despejados, que nos hacen pasar un mal rato por el intenso calor de esta tarde de septiembre.
Afortunadamente, las subidas duras suelen ser también rápidas, y vamos viendo como dejamos abajo las casas de los Masos de Vallmanya, situadas en un bonito entorno.
La segunda parte de la subida al Prat Cabrera va por un precioso hayedo, el bosque de Patriques, cuya sombra nos alivia de la alta temperatura.
A pesar de lo empinado del camino, el sendero está en excelente estado y abundantemente marcado con señales de GR.
Además, de vez en cuando la subida nos premia con fabulosos balcones colgados sobre el valle del río Lentilla, en cuya cabecera divisamos las imponentes cumbres orientales del macizo: el Puig del Roc Negre, el Puig Sec y el Barbet. Mañana conquistaremos los dos últimos.
Al llegar a una portilla de ganado, sabemos que hemos completado el primer tramo del ascenso de hoy.
Tras un corto descenso, el sendero nos lleva a una pista que conduce al prado de Cabrera, situado en la parte inferior de la larga arista que se desprende del Barbet, que aún vemos muy lejano.
Al llegar al Prat Cabrera se nos abren dos opciones para dirigirnos al refugio de Cortalets. La primera, que seguiremos hoy, es seguir el sendero del GR 36, el del Tour del Canigó, cuyo inicio avistamos al otro lado del prado. Este sendero asciende con decisión por la arista del Barbet hasta que, sobre los 2200 metros, empieza un largo flanqueo en semi-llano hasta llegar al refugio de Cortalets.
La segunda opción, que tomaremos mañana a la vuelta, es seguir la pista en la que estamos ahora y que conduce al refugio, que está situado en la arista más lejana.
Tras un primer atajo por el sendero, llegamos al último cruce con la pista, donde la desechamos definitivamente y tomamos el GR que empieza a subir por la ancha ladera del Barbet, primero por terreno boscoso.
Tras cruzar brevemente el bosque, entramos en una despejada ladera de hierba y erizón con un fondo incomparable. Por esta ladera tendremos que ascender hasta casi 300 metros de desnivel.
Mirando atrás, podemos ver el Ras de Prat Cabrera, en medio de la arista a la que hemos ascendido desde los Masos de Vallmanya, cuyas casas vemos ya muy abajo en el valle, no en vano hemos ascendido ya casi 1000 metros. Y aún quedan bastantes hasta la cumbre del macizo, dando muestra de la colosal relevancia orográfica del Canigó.
Al otro lado del valle del Lentilla, otra de las descomunales aristas que caen de lo alto del macizo, en este caso la que se desploma del Puig del Roc Negre, que detiene momentáneamente su caída en el domo del Pic Gallinàs.
Esta misma arista culmina ahí arriba, en una de las cimas más relevantes del macizo: el Puig del Roc Negre.
Separando los dos sectores del Canigó encontramos el nexo de unión entre ambas: el Puig Sec.
Finalmente, culminando la arista en la que nos encontramos, las crestas del Barbet, segunda altura del macizo.
Cuando llegamos a una altura de unos 2.100 metros, el sendero cesa su ascenso por el lomo y empieza a flanquearlo por el norte.
Ascendiendo ahora por la umbría del Barbet, el sendero asciende más suavemente por una ladera de erizones, mientras mantiene su dirección oeste.
El camino entra en un tramo más pedregoso al trasponer el portillo que se abre entre los torreones de granito de la Serra del Roc de l'Escala.
A nuestros pies, el terreno se desploma en los frondosos bosques que guardan la parte baja del Canigó, mientras hacia el norte, tras el Puig dels Becís, Francia se va cubriendo de nubes.
Tras atravesar el portillo, ya podemos divisar al fondo, en la arista de Cortalets, el refugio homónimo, donde dormiremos la noche de hoy.
Tras pasar por el lado de unos restos de un avión estrellado, el sendero traza una larga diagonal para cruzar el Còrrec del Salze, barranco que cae por la cara norte del Barbet.
Atrás quedan los torreones de la Serra del Roc de l'Escala, pudiéndose distinguir perfectamente el tajo del camino entre la ladera.
Y, finalmente y tras un breve descenso, llegamos al Refuge de Cortalets, de un tamaño más que notable. Después de registrarnos en el refugio (con poca gente y de trato cordial por parte de los guardas) y de dejar las cosas en la habitación, salimos para hacer tiempo para la cena.
Aunque estamos cansados por la dura subida, no nos resistimos a acercarnos a l'Estanyol, a escasos 5 minutos del refugio. Este lago, casi colmatado, es fruto de multitud de leyendas, la más famosa de ellas teniéndolo como lugar de combate entre el rey Pere el Gran y un dragón que salió de sus aguas, del cual el rey salió evidentemente vencedor antes de hollar la cumbre del Canigó. Pocos lugares hay en este macizo que no sean fuente de historias.
Pero lo más increíble de este lugar es la fabulosa vista que se tiene del Circ de Balaig, culminado por las dos cumbres mayores del macizo: a la izquierda, el liso frontón del Barbet y, a la derecha, el terrorífico diente del Canigó. Probablemente el lugar más alpino de todo el Pirineo Oriental. Tras disfrutar de la puesta de Sol en este precioso entorno, uno de los más bellos del Pirineo en la opinión de un servidor, toca volver al refugio para, después de gozar de una abundante cena, ir a dormir, puesto que el día siguiente se presenta duro.
El día siguiente amanece con un mar de nubes cubriendo Francia entera. Desde aquí en días claros podríamos ver el mar, pero hoy el Sol surge de las brumas.
La vía normal desde Cortalets hasta el Canigó va por su cresta norte y vuelve por el mismo sitio. Pero nosotros queremos hacer una circular mucho más completa que nos dará la posibilidad de ascender otras dos cimas, además de poder subir por la famosa Xemeneia del Canigó. Para ello, desandamos 300 metros del camino de ayer hasta encontrarnos con esta señal, donde ya indica el camino hacia el Canigó por el sendero que también se dirige al Refugio de Marialles.
El sendero, en todo momento muy cómodo, asciende mediante lazadas por la arista norte del Barbet, cuyo nombre vemos indicado en esta piedra.
No tardamos en salir del bosque con la vista puesta en la suave cresta somital del Barbet, con un terreno cada vez más pedregoso.
Cuando la pendiente aumenta, el sendero traza lazadas aún más cortas para mitigar la dureza, cosa que se agradece. Ya estamos llegando a la cresta, donde culmina la gran ladera septentrional del Barbet, también llamada Costes de Sant Jaume.
La subida se ve amenizada con la cada vez más intimidante presencia del Canigó, que descolla detrás del aún apacible Barbet. El carácter de esta segunda cumbre va a cambiar dentro de no mucho.
Atrás dejamos el Ras dels Cortalets, el precioso altiplano donde se aposenta el refugio homónimo.
Llegados a la cresta del Barbet, nos quedarán 200 metros de arista por las suaves puntas que jalonan la cresta.
Mirando atrás, la visión de las brumas es impresionante. Solo la abrupta aparición del Canigó puede romper con el mar de nubes.
A nuestra izquierda vemos claramente la cota donde las nubes detienen su avance, mientras que el Gallinàs y el Puig del Roc Negre se elevan muchos metros desde el fondo del valle del Lentilla.
Tras seguir un rato por la cresta del Barbet, repentinamente el terreno se desploma y nos encontramos con un panorama de una hostilidad impresionante; ya tenemos las paredes del Barbet y el colorido y colosal Canigó delante nuestro.
El sendero avanza en dirección a una amplia brecha entre las cotas del Barbet, siendo la punta más alta la que queda más a la derecha.
Llegamos así al collado que nos abre paso a la cara sur del Barbet. Pero el sendero ignora esta cumbre y empieza a descender en dirección a la Portella de Vallmanya.
Pero nuestra intención es coronar el Barbet, así que, sin camino pero sin necesidad de él, ascendemos a la primera de las puntas tras la brecha y empezamos de nuevo el cresteo.
El desnivel entre las puntas es escaso y avanzamos con rapidez.
Por ello, no tardamos en llegar a la punta del Barbet que tiene el hito, que es empequeñecido ante la mole que tiene detrás.
Pero sabemos que la punta del Barbet con mayor altura es la última antes de que la cresta se hunda en la brecha Durier, situada más allá de esa aguja de pinta terrible. Por ello, seguimos unos metros más para coronar la auténtica cumbre del Barbet.
El Canigó desde aquí parece un monstruo inabordable. En este feroz diente se alternan, entre el colorido gneis que conforma esta cumbre, manchas amarillas producto del líquen que habita en esta roca.
Pero ya habrá tiempo de contemplar a la cumbre mayor del macizo. Como el acceso directo desde el Barbet es interrumpido por una arista solo accesible para escaladores, debemos retroceder para llegar a la Portella de Vallmanya, que vemos a nuestros pies. Pero detrás del collado, una cumbre de aspecto agudo llama nuestra atención. Es el Puig Sec y tiene la particularidad de ser la cumbre que une el sector septentrional del macizo (formado por las crestas de Quazemí, el Canigó propiamente dicho, y el Barbet), con el sector meridional, que vemos enfrente.
A medida que bajamos sin sendero por la empinada ladera sur del Barbet, el Puig Sec va ganando en altivez, así que nos decidimos a ascenderlo para complementar esta circular con esta bella cima.
Desde la Portella de Vallmanya, empezamos el ascenso al Puig Sec, ascenso que se presume corto y sencillo. Al principio solo tenemos que ascender por empinadas laderas con grandes bloques que se pueden sortear fácilmente.
Llegamos así a la antesala del casquete rocoso del Puig Sec.
La caprichosa disposición de los bloques obligan a tener que utilizar las manos para avanzar por la corta cresta que forma el Puig Sec en su parte alta.
Finalmente, llegamos a la cumbre del Puig Sec, marcada con un gran hito.
Como observamos rápidamente, esta cumbre es un soberbio mirador, quizás el mejor que tiene todo el macizo al ser la cima que está en su mismo centro. Por ello, tenemos un primer plano soberbio tanto del sector meridional del Canigó, representado por el Puig del Roc Negre, el Tretzevents (su mayor cumbre) y el Puig de Rojà...
...como del sector septentrional, con el Quazemí y el Barbet flanqueando con honores la gran Pica del Canigó.
El Canigó no tiene una pose mala. Desde el Puig Sec aparece como una pirámide surcada de canales por las cuales parece imposible transitar. Como veremos en breves, esto no es así, pues la canal situada más a la derecha, entre la cumbre y la última aguja, permite ascender al Canigó sin muchas dificultades. Se trata de la famosa Xemeneia del Canigó, una de las rutas de ascenso a cumbre más míticas del Pirineo.
Pero antes de dirigirnos a la última cumbre del día, echamos un vistazo a los dos puntos cardinales que nos faltan. Hacia el este, la observación del valle del Lentilla, del cual estamos en su cabecera, se ve interrumpida por el mar de nubes que parece que no quiere salir. Ahí en medio tendríamos que ver los Masos de Vallmanya, punto de inicio y final de esta ruta.
Y, hacia el otro lado, el bucólico valle del Cadí, con el Pirineo Oriental de fondo.
Desde la misma punta del Pirineo Oriental vemos el otro gran núcleo de este sector pirenaico, pudiendo divisar gran parte de sus cumbres, entre las que destaca el gigantesco Bastiments.
Después de un rato de contemplación, empezamos el descenso a la Portella de Vallmanya. Nos queda el Canigó.
En el ancho collado, trazamos una diagonal para unirnos al sendero que se dirige a la Pica del Canigó desde el valle del Cadí, que recibe muchos montañeros provenientes del refugio de Marialles.
El camino, que flanquea la cara oeste del Barbet, es bastante accidentado al tener que sortear las canales pedregosas que cortan la ladera.
Atrás dejamos la estética punta del Puig Sec, una cumbre bastante olvidada pero que merece mucho la pena.
El sendero deja a bastante altura el pedregoso fondo de la Conca del Pic mientras se dirige a la tenebrosa pirámide del Canigó.
Pero antes de encarar la cumbre, pasa justo al lado de la Brecha Durier que, según se dice, fue "creada" por un tal Charles Durier mediante cargas de dinamita para poder acceder a la cumbre desde el norte de forma más fácil. Abajo, vemos el gran pedregal del Circ de Balaig.
Tras este breve paso por la brecha, ya tenemos de frente la Xemeneia, que ha restado escondida hasta este mismo instante. Aquí el camino empieza a perderse debido a la ingente cantidad de roca que ha caído a lo largo de milenios de la pirámide negra del Canigó, pero abundantes hitos nos indican los mejores pasos para llegar a la entrada de la amplia canal.
La Xemeneia (chimenea en catalán) es una ancha canal que se va empinando gradualmente y formada por sucesivas terrazas de gris roca metamórfica. La mayor parte del ascenso se puede hacer andando pero hay trepadas obligadas, ninguna de mucha dificultad.
Por si fuera poco, marcas blancas dirigen nuestros pasos hacia los mejores lugares para ir ascendiendo la canal, que tiene un entorno impresionante.
De los torreones que nos escoltan en nuestro ascenso destaca uno en concreto: el Gendarme de la Xemeneia. Esta fabulosa aguja, de un porte casi irreal y mostrándose con una adusta faz de moai en una de sus caras, es, probablemente lo más fotografiado de la Pica del Canigó junto a la cruz de su cima.
La canal se va irguiendo a medida que subimos metros y va tendiendo hacia la izquierda ante la aparente finalización de la misma. En lo alto, vemos como una pequeña canal secundaria permite el paso a lo más alto de la cima.
Desde la parte alta de la Xemeneia tenemos vistas soberbias de la Conca del Pic y de las "otras" montañas del macizo.
El último tramo de la Xemeneia es el más vertical y puede contener algún paso que a lo sumo llegará al segundo grado.
Y, de repente, nos encontramos con la Creu del Canigó, que señala la cumbre del macizo más mítico para la catalanidad.
Desde la magnífica atalaya que es el Canigó podemos ver todas las otras cumbres del macizo, que se unen con el resto del Pirineo Oriental por el Pla Guillem, que se distingue en el extremo derecho de la foto.
Mucho más cercano tenemos al Barbet, con sus dos caras perfectamente diferenciadas: herbosa y apacible la izquierda, y rocosa y vertical la derecha. A lo lejos, más allà del Gallinàs, tendríamos que ver el Mediterráneo pero el día no acompaña.
En la otra dirección, una agreste cresta separa la Pica del Canigó de su escudero occidental, el Quazemí. Como telón de fondo, las montañas de Ulldeter y Carançà.
Y, hacia el norte, las brumas solo nos permiten discernir las oscuras siluetas de las montañas de la Cerdanya...
...entre las cuales se distingue, inconfundible, el trapecio del Carlit.
Finalmente, a nuestros pies, podemos observar aguardando tranquilamente a las nubes, en su remanso de paz, el refugio de Cortalets, con el Estanyol a la izquierda, lugar al que debemos volver.
Como el retorno será largo, después de unos minutos de merecido reposo y contemplación, abandonamos, no sin pena, la cumbre del Canigó.
Para volver utilizaremos la considerada ruta normal al Canigó desde Cortalets, que sigue su arista norte hasta el llamado Pic Joffre, que de pico solo tiene el nombre (es el último prado amarillento de la arista).
Esta ruta es un paseo, puesto que el sendero está muy bien trazado y tiene numerosas lazadas para mitigar el pendiente. Además, cada cierto tiempo aparece un indicador con la altura a la que te encuentras para ir mentalizando a los montañeros que suben o bajan por aquí.
Tras descender mediante infinitas curvas por la cara oeste del Canigó, el sendero emprende dirección norte para llegar a la Portella, la escotadura que vemos antes de la siguiente elevación de la arista.
El sendero pasa justo por debajo de la Portella para continuar a media ladera por la izquierda pero vale la pena asomarse a la brecha para...
...tener esta brutal imagen del Barbet y el Canigó sobre el Circ de Balaig.
Perdiendo muy lentamente altura, vamos dejando atrás el Canigó y la cresta de Quazemí.
Llegando ya al "Pic" Joffre, donde cambiaremos de dirección y giraremos a la derecha para entrar en la vertiente de Cortalets.
Desde el Pic Joffre se tiene esta celestial perspectiva del Canigó. Repito, esta montaña no tiene una pose mala. Normal que se considerara la cumbre más alta de los Pirineos, porque lo que destaca sobre sus alrededores, pocas montañas lo pueden igualar.
Desde el Pic Joffre, abandonamos la arista norte del Canigó y descendemos los metros que quedan hasta el Ras de Cortalets, cuyo refugio tenemos ya cercano.
Tras una corta marcha, llegamos al refugio, que se encuentra justo al límite de cota de las brumas que inundan toda la parte inferior de la montaña. Al menos estaremos más frescos.
Pero antes de internarnos a la niebla, nos despedimos del rey y de su más cercano escudero.
Para volver, utilizaremos la variante del GR que sigue la pista que abandonamos ayer. Para tomarla, empezamos siguiendo este indicador y estas señales amarillas.
Llegamos así al final de la pista, que toma un gran rodeo. Por ello, seguimos de frente por este prado.
Aunque el prado no tiene señales ni sendero, solo tenemos que seguir recto unos centenares de metros antes de desembocar de nuevo...
...en la larga pista que nos llevará de nuevo al Prat Cabrera. La pista se nos va a hacer larga, puesto que son algo más de 4 km de suave descenso que se hacen monótonos, más aún por la bruma que nos limita todas las vistas posibles.
Pero no hay mal que cien años dure y finalmente llegamos de nuevo al indicador en el que abandonamos la pista para emprender el vertiginoso descenso a los Masos de Vallmanya.
El descenso por el Bosc des Patriques es muy empinado pero también muy bello, pues la bruma juguetea con las hayas dándole a este bosque un carácter mágico.
Y finalmente, llegamos al final de nuestro viaje cuando desaparece el bosque y aparecen las casas de los Masos unos metros por debajo, culminando así una de las grandes rutas que se pueden hacer en nuestra cordillera a una de sus montañas más legendarias.