El feroz colmillo de Remuñe
Pico de Boum (3.005 m)
El Pico de Boum, entre el Maupas y el Malh Barrat.
El Boum es uno de los tresmiles más bajos y menos ascendidos de tan selecto club. Apenas superando la mágica cifra por unos metros, esta altiva cumbre se levanta en la barrera septentrional de Remuñe mostrándose como un feroz colmillo rojizo prácticamente vertical en el que confluyen dos afiladas crestas. Bajo las sombrías paredes de su cara norte, ya en el país vecino, anteriormente se encontraba un glaciar, ya difunto, al lado del cual podemos encontrar la vía normal de ascenso a esta cumbre, por una erguida ladera rocosa que aún así, alberga pasos que no son sencillos. En cambio, por la cara aragonesa, no hay más que un muro vertical del que sale un potente espolón, que se desploma sobre el Valle de Remuñe.
Pero esta cara, aparentemente inexpugnable, tiene una debilidad. Un diedro corta la pared, permitiendo a la cresta somital con pasos que pueden llegar al III o III+. Sin embargo, antes de que llegue a estas dificultades, una serie de viras y terrazas (que no siempre son fáciles de encontrar) facilitan el tránsito por el muro, posibilitando lo que sino sería un acceso reservado a escaladores en lo que aun así es una vía reservada para montañeros expertos por su gran exposición. En la presente reseña se detalla el ascenso al Boum por la vía española con el añadido de ascender íntegramente por el diedro-canal, por lo que la dificultad pasa del tercer grado. No se me ocurre mejor forma de ascender a este salvaje pico, que aúna todas las características del bello e indomable valle en el que se encuentra.
El Valle de Remuñe es uno de los secretos mejor guardados del Pirineo. El hecho de ser un valle inhóspito, agreste y muy pedregoso hacen que este angosto valle sea muy poco transitado por los excursionistas. Esta poca afluencia de gente, junto con sus peculiaridades geológicas, convierten este valle en uno de los ecosistemas mejor conservados de la cordillera. Remuñe es incómodo de transitar por las pedreras que cubren la mayor parte del fondo del barranco, circunstancia bien normal ya que está rodeado de elevadas murallas de granito que se desploman sobre el profundo valle, que se puede considerar desfiladero durante la mayor parte del recorrido. El congosto culmina en un profundo agujero, los Arenals de Remuñe, donde el panorama se abre rodeado de un entorno de una hostilidad pocas veces vistas en la cordillera.
Remuñe no destaca tanto por la altura de sus cumbres como por la ferocidad de las mismas. Aún así, alberga dos tresmiles principales (alguno más si contamos los secundarios) que cumplen a la perfección con el estándar de Remuñe. Estamos hablando del Maupás, que en su cara sur alberga una de las paredes más terroríficas del Pirineo y que es una de las grandes cumbres del Valle de Benasque, y del Pico de Boum, pico cuyo ascenso vamos a detallar en la presente reseña.
El Boum desde el Sacroux
Desnivel1250 m
Longitud12,9 km
Altura mínima1.780 m
Altura máxima3.005 m
Dificultad técnicaPasos de III-III+ en la subida por la canal. Si se sube por el sistema de terrazas adosado a la canal, pasos constantes de II+ con bastante exposición.
Mapa de la ruta realizada tomado en el visor Iberpix
El inicio de esta ascensión es el parking situado en la entrada al valle de Remuñe, cerca del final de la carretera del valle de Benasque, pasado el desvío al Hospital de Benasque. Hay espacio para unos 15-20 coches. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace a Google Maps.
Salimos del parking de Remuñe que aún no ha amanecido, con la oscuridad del alba dejando en apenas sugerentes siluetas las montañas del final del Valle de Benasque.
Empezamos ascendiendo por el trillado sendero de Remuñe, que se dirige al claro boquete de este valle.
Por encima de nuestras cabezas, las torres de las Fitas de Pintrat son los primeros guardianes de este agreste y solitario valle que, en mi opinión, es de los más bellos del Pirineo.
Aún en la penumbra de la mañana, vemos como el sendero se dirige al colladito que se distingue a la derecha, que marca la entrada a la garganta que conforma el valle de Remuñe en prácticamente toda su longitud.
Mientras tanto, a nuestra espalda, el fulgor amarillento del Sol hace que las grandes sombras de la Tuca Blanca de Pomero y del Malh dera Artigasean aún más oscuras.
Cuando llegamos al colladito, ya tenemos la impresionante entrada al valle-desfiladero de Remuñe delante, con el Turonet de Remuñe separando la garganta en dos.
Con el Turonet aún en una intensa oscuridad, el Pico y la Forca de Remuñe, cada uno en un lado distinto del promontorio, contrastan aún más con un rojizo brillo fruto del incipiente Sol de octubre.
Tras atravesar una movida pedrera, el sendero desciende hasta el apacible remanso de la Pleta dels Capellans, donde ignoramos el puente a la izquierda que se dirige hacia el ramal izquierdo del valle, llegando si siguiéramos este sendero al Ibón de Remuñe.
Ya bajo la luz solar, seguimos el sendero que atraviesa el precioso prado de la pleta, mientras bordeamos el promontorio del Turonet por la derecha. El valle gana altura muy suavemente trazando una media ladera por las pendientes que caen de la muralla septentrional.
Ascendidos unos metros, vale la pena mirar atrás para ver como el débil sol otoñal ilumina mansamente la Pleta dels Capellans, que tiene un fondo incomparable: la primera avanzadilla de la Maladeta personificada en el soberbio Pico de Alba.
Con la omnipresente Forca de Remuñe haciendo de faro, seguimos avanzando por el sendero, que no es de los más cómodos del valle ni mucho menos.
Ascendidos unos 150 metros desde la Pleta dels Capellans, llegamos a un nuevo rellano mucho más abierto, la Pleta de Remuñe.
Mientras avanzamos por este nuevo prado, más grande que el anterior, divisamos las montañas que ejercen de muralla meridional de Remuñe, las inhóspitas Tuca de Lliterola y Pico de Remuñe.
Llegados al centro de la Pleta, encontraremos uno de los puntos clave de la ruta. En esta piedra donde está situado el cartel a los ibones de Remuñe, observamos como hay dos pintadas de color rojo, con respectivas flechas: hacia la derecha, empieza la ruta al Malh Plané y hacia delante...
...comienza nuestro ascenso al Boum. Se ha terminado la aproximación, ahora empieza lo duro. Nos esperan 800 de ascenso por terreno empinado y severo por la muralla septentrional de Remuñe, sin apenas camino y con escasez de hitos.
Detrás de la piedra con la señal empieza un trazo de sendero que desaparece casi de inmediato. Sin embargo, sabemos que debemos llegar hasta lo alto de esta cota herbosa que tenemos delante (cota 2.374 m Iberpix). Para ello, ascendemos por las laderas herbosas de enfrente.
Los hitos escasean, por lo que no seguimos un camino fijo sino que vamos subiendo por las canales herbosas, separadas por espolones de granito de escasa entidad que utilizamos para ir tirando hacia la derecha.
Llegamos así al collado situado a la derecha de la cota que veíamos desde la Pleta de Remuñe, con un hito en su parte central confirmando que vamos por buen camino.
En este punto, cambiamos de objetivo visual, pasando a ser el espolón del Boum, que asoma ligeramente por encima de la gran muralla.
Para llegar a su base, debemos superar la parte más vertical de la muralla, utilizando viras herbosas que zigzaguean por las lajas de granito que impiden un acceso directo. Afortunadamente, la presencia de hitos aumenta en esta parte, que sería algo perdedora si no fuera por ellos.
Mientras ascendemos por esta empinadísima pendiente, el desfiladero va quedando debajo nuestro, pudiendo ver una perspectiva cada vez mayor del salvaje Valle de Remuñe y su cabecera, señalada por la siempre sugerente silueta de la Forca.
Lo que de lejos parecía una pared inaccesible, se convierte en un laberinto de viras y canales que permiten un acceso sencillo pero duro a su parte superior.
A media subida por el tramo de la pared, vista atrás sobre la parte inicial del valle de Remuñe, con los ibones apareciendo por encima de la ahora invisible Pleta de Remuñe.
Repentinamente, nos encontramos con un gran vacío debajo de nuestros pies. Hemos llegado a un balcón situado justo encima del paraje conocido como los Arenals de Remuñe, o lo que es lo mismo, el final de este valle. En este lugar, el desfiladero se abre una última vez para transformarse en un desolador y salvaje circo cerrado casi completamente por grandes murallas de granito.
Este agreste paraje tiene un jefe indiscutible: la terrorífica pared del Maupas, uno de los tresmiles más bonitos de la cordillera y amo y señor de Remuñe.
Con permiso del Maupas, la Forca de Remuñe, a pesar de no ser ni mucho menos la segunda más alta del valle, se lleva el premio a su montaña más estética.
Da la casualidad que justo en este balcón estamos en la vertical del espolón al que nos íbamos dirigiendo. Por lo tanto, cambiamos de dirección, ahora hacia el norte.
Transitamos ahora por grandes lajas de granito, terreno muy cómodo por el que avanzar. Desafortunadamente, va a durar poco, puesto que la parte alta de la muralla de Remuñe cambia la geología: pasa a ser una desoladora ladera de esquisto y otra roca metamórfica completamente rota por la que vamos a sufrir. Como muestra de ello tenemos las negras murallas del Malh Barrat y el Malh Planer, hechas de este desagradecida roca. Pero eso llegará dentro de un rato.
Mientras ascendemos por el granito, el característico perfil del Boum va asomando por detrás de la ladera, uniéndose al espolón que vamos bordeando por la derecha.
Tras un rato de subida, llegamos a una pequeña vaguada rocosa que marca la zona de transición entre el granito y el esquisto. Tras ella, empieza el via crucis...
Y es que, para llegar a la pared del Boum, muy cercana ya, tenemos que ascender unos 100 metros de desnivel por una penosa y empinada tartera que es de las malas y que nos va a hacer sudar de lo lindo. Mientras nos mentalizamos, observamos la pared aparentemente infranqueable del Boum. Vemos como hay dos supuestas canales que llegan a la cresta somital: una muy tendida situada entre las dos manchas blancas y que se dirige a la izquierda y otra que atraviesa la pared por su centro y que parece muy vertical. Como casi siempre, la montaña engaña, pues mientras que la izquierda nos conduciría a un vacío sin paso, la derecha es la vía de acceso al Boum. Hacia allí nos tenemos que dirigir.
Tras este análisis de nuestro siguiente paso, empezamos la tortuosa subida por la infame tartera, que se hace eterna y que obliga a pararse de vez en cuando, pudiendo utilizar como excusa las cada vez mejores vistas que tenemos a nuestra espalda, como estas de la terrorífica pared negra del Malh Barrat, otro ilustre representante de lo que es Remuñe.
O esta otra imagen de la montaña-catedral de las Tucas de Ixeia, siempre altivas.
Estas vistas nos dan fuerzas para terminar de superar la tartera y plantarnos al inicio de la chimenea. El inicio de la escalada ya es un buen señal de lo que nos viene; para entrar en la canal debemos superar por la derecha esta roca blanca en un paso que ya es de II+ grado.
Tras el primer paso por la roca blanca, utilizamos esta vira de granito bastante expuesta para ganar unos 20 metros más.
Llegados al final del granito, ya solo resta esquisto delante de nosotros. En este punto, llevamos un tercio de la pared ascendido y se nos presentan dos opciones. Podemos seguir por el fondo de la chimenea, más vertical ahora pero también más entubada, enfrentándonos a pasos de III-III+ grado...
...o bien seguir por la vía normal de esta cara sur, que, empezando con el gran hito que tenemos a la izquierda, utiliza una serie de viras y terrazas para ir superando el muro, en un ascenso menos técnico (pasos que llegarán al II-II+) pero más expuesto.
Como llevamos material, decidimos ir por la vía más técnica y nos metemos por dentro de la chimenea, en un ascenso técnico pero muy entretenido, encontrándonos con alguna reunión, señal de que más gente ha subido por aquí. Superando pasos constantes de III grado, el ascenso con cuerda se hace rápido pero debemos tener precaución con la roca, que es bastante mala y puede ceder.
Superado buena parte del tubo, llegamos a un balcón donde la chimenea se encuentra con un muro vertical y giramos hacia la izquierda, donde encontramos un hito. Aquí nos unimos de nuevo con la vía normal y ascendemos por una canal bastante tendida hasta una brecha.
Desde la brecha, mirada atrás hacia la canalilla que hemos utilizado para acceder a ella.
Hemos llegado a la cresta somital pero eso no quiere decir que se han terminado las dificultades. Nos queda una corta pero afilada arista bastante vertical pero de roca buena, donde superaremos pasos de II grado, antes de llegar...
...a la antecima W del Boum.
Desde este nido de águilas, el panorama acongoja. Más allá de la brecha por la que hemos accedido a la arista, aparecen alguno de los gigantes de este macizo, el que concentra la mayor cantidad de tresmiles del Pirineo: Perdiguero, los picos de Lliterola y, especialmente, el ceñudo Maupas.
Delante, a apenas unos metros, tenemos la auténtica cumbre del Boum...
...de la que nos separa una corta brecha fácil de trasponer pero con mucho aire a cada lado. Y sí, aunque en una piedra aparezca el nombre del pico, la cumbre más alta es la otra.
Desde la cima del Boum es inevitable dirigir la primera mirada a la siguiente montaña del cordal, el inhóspito Malh Barrat. Una montaña desconocida pero muy altiva. A partir de ahí, el cordal fronterizo pierde altura paulatinamente y no volverá a tener un tresmil hasta la lejana Pica d'Estats, que se distingue muy a fondo dentro de este panorama tan dilatado.
Quién va sobrado de tresmiles es el macizo de la Maladeta, que, incrustada en el corazón del Valle de Benasque, domina con contundencia todas las montañas del alrededor. De perfiles mucho más suaves, la Serra Negra y el macizo de Cerler ocupan el panorama más meridional. Y, en un primer plano, el principio de Remuñe con sus ibones, protegidos por la muralla meridional del valle, donde encontramos la Tuca de Lliterola, también bastante poco ascendida. Como se ve, Remuñe no es precisamente un valle de multitudes.
Tras la rocosa cabecera de Remuñe, que une este valle con el de Lliterola, vemos las montañas que hay en el vecino macizo de la Llardana, coronado por...
...,la negra pirámide del Posets, que vemos asomar tras la gran loma del Perdiguero. Dos de los grandes del Pirineo, ante cuya presencia la pequeña pero estética Forca de Remuñe solo puede palidecer.
Y aunque el Maupas no sea la montaña más alta de ningún macizo, su carácter y presencia hace que supere a muchas de las montañas de nuestra cordillera. Que montaña más bonita.
No nos despedimos del Boum sin antes echarle un vistazo a lo que es su vía más fácil, la pala que proviene de la vertiente francesa. Observamos como, aparte del infame pedregal que ocupe toda la vertiente norte de esta sierra, esta vía no tiene dificultades hasta que llega a los últimos 50 metros, que vemos bastante verticales pero bien surtidos de hitos.
Volvemos por el mismo camino, destrepando la corta cresta con mucho cuidado, porque, tal como se aprecia en la foto con la persona que la está descendiendo, la arista tiene tramos con mucha exposición.
Tras destrepar la cresta hasta la brecha, empezamos el retorno por los abismos de la cara sur, pudiéndose apreciar perfectamente la mayoría de los tramos de subida hasta llegar a la base del pico: desde las pendientes herbosas, pasando por las lajas de granito, el vallecito rocoso y la tartera, todo ello bajo el espolón, que tiene una pinta magnífica desde aquí.
Llegando de nuevo al balcón donde retomamos la canal, que tiene unas vistas espectaculares. Para descender la canal, realizamos tres rápels con una cuerda de 50 m.
De esta forma, rapelamos la vertical pared del Boum para llegar de nuevo a la tartera de su base.
Antes de emprender el vertiginoso descenso hasta el fondo del valle de Remuñe nos despedimos del Boum, fijándonos ahora en los detalles que antes, al no conocerlos, se nos escaparon. Como por ejemplo la doble cumbre separada por esa gris placa lisa.
En esta foto hecha con zoom se aprecia la escalada en su totalidad, desde su inicio, donde se encuentran los montañeros, hasta la brecha. Se aprecia la canal diagonal para acceder a la brecha, intuyéndose también el balcón donde abandonamos la canal por el muro que protege la brecha por abajo.
Y sin camino alguno pero con la referencia permanente de los ibones de Remuñe, desandamos los pasos realizados esta mañana.
En esta foto se aprecia como del Boum salen no uno sino dos espolones, de diferente magnitud eso sí.
Tras cruzar las placas graníticas, descendemos por las pronunciadas canales herbosas con el objetivo de llegar a la cota herbosa donde hemos iniciado el ascenso más duro.
Cuando llegamos a la prominencia herbosa vemos una leve traza que no habíamos visto por la mañana y que desciende por una canal más cerrada hasta la Pleta de Remuñe. Sin embargo, casi es más cómodo el ascenso realizado por las canaletas situadas más al sur, ya que aquí la hierba es más alta y el camino más incómodo.
Y sin más historia, llegamos de nuevo al buen camino de la Pleta de Remuñe, con el Sol escondiéndose ahora por el otro extremo del valle.
Y con el camino llega la merecida tranquilidad con la satisfacción de haber conquistado una de las montañas con más carácter de Benasque en el siempre salvaje y bello valle de Remuñe.