El gran volcán canario
Teide (3.715 m) por la Montaña Blanca
El Teide desde el Alto de Guajara
El actual Teide no es sino el resultado de un largo proceso volcánico que ha ido desarrollándose en la isla de Tenerife en los últimos millones de años. Se cree que previamente al Teide existía un volcán de altura superior, posiblemente de más de 4000 metros, que fue destruido por una serie de cataclismos tales como desplazamientos gravitacionales de tierra hacia el mar. Esta serie de colapsos generó la actual caldera de las Cañadas del Teide y las montañas que la rodean. En el espacio que quedó tras la destrucción de este protovolcán, empezó hace 150.000 años el proceso eruptivo que culminó en la formación del actual Teide y su cumbre secundaria, el Pico Viejo, en su vertiente oeste. Desde su formación hasta la actualidad, el Teide ha ido transformándose en cada erupción, generando distintos tipos de roca que le dan una apariencia multicolor a la montaña, desde la Corbata, la gran mancha blanca situada cerca de su cumbre, hasta las numerosas coladas de un negro intenso que se solidificaron al caer del estratovolcán.
El Teide desde el Alto de Garajonay
A pesar de que la península ibérica es un territorio sumamente montañoso, España no tiene su mayor altura ni en los alpinos parajes del Pirineo ni en los desolados cordales de Sierra Nevada. La montaña más alta de España se encuentra en el archipiélago canario, muy lejano al continente europeo. En el centro de la isla de Tenerife se yergue un descomunal volcán que supera, y por mucho, la cifra mágica (al menos en España) de los tresmil metros: el Teide, siendo la montaña más alta de todo el océano Atlántico y el tercer volcán más alto del planeta teniendo en cuenta su altura desde el lecho marino, convirtiendo a Tenerife en la décima isla en altura de la Tierra. Considerado la entrada del infierno para los antiguos habitantes de la isla, para los guanches el Teide era la morada del dios maligno de la mitología canaria, leyenda que se veía refrendada por las erupciones que asolaban periódicamente la isla. A pesar de ello, el entorno del gran volcán ha sido utilizado por los pastores tinerfeños y sus rebaños desde tiempos inmemoriales, con un ojo puesto en el rebaño y el otro, receloso, vigilando el humor del volcán que, aún así, no es especialmente activo. Se considera un volcán dormido, datándose la última erupción en 1798, situada en su parte más occidental, que generó las llamadas Narices del Teide. Curiosamente, una de las últimas erupciones coincidió con el primer viaje de Colón a América, pudiendo ver el navegante como grandes llamaradas salían de la cumbre de esta montaña.
El Roque Cinchado y el Teide desde los Roques de García
A pesar de su gran altura, el Teide es de las montañas más ascendidas de España. Y lo es porque un teleférico llega a 200 metros de la cima, quedando la cumbre a tiro de piedra para las masas que, aún así, sufren para ascender los 150 metros de desnivel restantes. Para evitar una masificación aún mayor que terminaría de destruir el frágil ecosistema volcánico, se decidió restringir este último tramo de ascenso a 200 personas por día, necesitando un permiso que se puede pedir a través de la web del Parque Nacional. Por ello, las hordas de turistas se limitan a merodear por los alrededores de la estación superior del teleférico, dejando el resto de la montaña libre para los montañeros, que pueden gozar de increíbles paisajes volcánicos, únicos en nuestro país, en absoluta soledad. El ascenso al Teide desde su base es duro por el desnivel y la altura a la que se llega, pero eso hace más gratificante el coronar el techo de España, convirtiendo la jornada en una experiencia única por la unión de la importancia geográfica de la montaña y su especial belleza geológica.
Desnivel1.500 m
Longitud22,1 km
Altura mínima2.350 m
Altura máxima3.715 m
Dificultad técnicaNula. Recorrido duro físicamente pero siempre por un buen camino. Desde Altavista hasta el sendero del teleférico se pasa por terreno de incómoda roca volcánica, el malpaís.
Track en WikilocMapa de la ruta realizada tomado en el visor Iberpix
El inicio de esta ruta es el parking de Montaña Blanca. Hay que tener en cuenta de que las plazas de aparcamiento son bastante escasas, para poco más de 10 coches. Por lo tanto, es bastante probable que incluso a primeras horas de la mañana, como fue nuestro caso, estén llenas. La alternativa es ir hasta el parking del Tabonal Negro, a casi 1 km de distancia, o aparcar en uno de los márgenes de la carretera, al menos en los que hay suficiente espacio. Bastante gente recurre a esta última opción, como pudimos observar. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace a Google Maps.
Empezamos la jornada aún bajo la penumbra, puesto que a pesar de ser casi pasadas las 7 y estar más cerca del Ecuador, estamos en diciembre. Aún nos queda un rato para que salga por el este, más allá de las siluetas del cordal de la Caldera.
El parking de la Montaña Blanca estaba lleno a las 7 de la mañana, por lo que tuvimos que buscarnos la vida y aparcar en un margen de la carretera donde había otros coches 500 metros más allá. No me esperaba que hubiera tanta gente en el Teide un martes de diciembre. En cualquier caso, llegamos andando al parking de la Montaña Blanca y tomamos la pista vetada al tráfico. Foto tomada a la vuelta.
La luz del amanecer empieza a colorear el irreal paisaje que rodea el Teide. De momento andamos por la cara este de la Montaña Blanca, formada en su casi totalidad por piedra pómez.
La pista da un largo rodeo por el este de la Montaña Blanca para ascender a lo alto de la misma por su cara norte.
A mitad de recorrido de la pista, tenemos que girarnos para poder contemplar el amanecer tras la Montaña Rajada, que inunda este terreno marciano de un color rojo intenso.
El rojo pasa al dorado y el Teide refulge con un brillo encegador mientras nosotros entramos de nuevo en la sombra al llegar a la cara norte de la Montaña Blanca. Es en este lugar donde pasamos por los llamados Huevos del Teide, inmensas bolas volcánicas que fueron rodando por la ladera en una erupción para ir ganando tamaño y forma esférica hasta detenerse en el lugar donde están ahora.
La mayoría de huevos son bastante más altos que una persona normal y un volumen bastante impresionante.
Al llegar a la cara norte de la Montaña Blanca, la pista empieza a dar lazadas para ganar altura, sorteando los numerosos huevos que pueblan la ladera. De fondo, podemos ver las paredes del Risco de la Fortaleza, otro remanente del cataclísmico deslizamiento de la caldera de las Cañadas. También observamos la densa capa de calima que empieza a aparecer en el horizonte y que va a limitar seriamente la visibilidad durante todo el día.
La pista nos deja en el ancho collado entre la Montaña Blanca y el Teide, donde la abandonamos para tomar el sendero del refugio de Altavista.
Aquí termina la aproximación y empieza nuestro ascenso por la cara este del Teide. El primer tramo del ascenso va por esta ladera blanca situada entre dos coladas, para culminar en el muro marrón que vemos arriba, tras el cual está situado el refugio de Altavista.
A pesar del gran desnivel que tenemos que salvar, el ascenso se hace comodísimo por la presencia de un sendero perfectamente trazado y delimitado, que asciende mediante numerosos zigzags por la ladera, sorteando huevos que no llegaron a caer tanto. Cabe señalar que el sendero está delimitado por esta barrera de piedras porque en todo el parque nacional está prohibido andar fuera de senderos para preservar el entorno.
Por encima de la gran colada que delimita la ladera por la izquierda, vemos las montañas más altas del cordal exterior de la caldera, entre las que destaca el Alto de Guajara, en su extremo derecho, segundo pico más alto de las Canarias si descontámos el Pico Viejo, que no deja de ser un apéndice del Teide.
Cuando llegamos al muro marrón que veíamos desde abajo, la roca cambia y el sendero se desdibuja al aumentar la pendiente. En lo alto vemos un palo que marca el final de este tramo.
Culminando este tramo se encuentra el refugio Altavista, situado a una altura de poco más de 3.250 metros. En el momento de nuestro ascenso, diciembre de 2023, el refugio estaba cerrado, por lo que solo podíamos curiosear por su alrededor. Sin embargo, es un buen punto donde descansar y coger fuerzas para los últimos 500 metros del ascenso, los más duros de la jornada.
La continuación del sendero se toma detrás del refugio, dirigiéndose ahora al mirador de la Fortaleza.
Nos quedan ahora 300 metros de recorrido por el malpaís, nombre dado a este tipo de terreno; se trata de un campo de lava reciente y poco erosionado, de muy difícil tránsito al ser la mayor parte de rocas muy irregulares e incluso cortantes. El camino, aunque peor trazado, nos permite recorrer un entorno que, en caso de no existir sendero, sería bastante difícil de franquear.
El techo del refugio nos sirve de referencia para ver lo que hemos ascendido, quedando ya prácticamente toda la isla bajo nuestros pies.
Repentinamente, entre los torreones de lava, aparece el cono somital del Teide, cuyo color pálido (prueba de su distinto origen en el tiempo) contrasta fuertemente con el intenso negro del malpaís.
La aparición de la cumbre es el preludio de la cercanía del buen sendero de la Fortaleza, que aparece en poco rato.
Al unirnos al sendero del teleférico, aprovechamos para acercarnos al mirador de la Fortaleza, muy próximo.
El mirador de la Fortaleza no aporta mucha cosa en caso de que tengamos pensado ascender posteriormente al Teide, ya que parte del panorama septentrional está tapado por la propia montaña. Lo que nos parece curioso es la gran cantidad de placas solares situadas unos metros por debajo del mirador, que, suponemos, alimentan una estación de monitoreo geológica situada en la mancha blanca.
A pesar de que la calima empieza a ser intensa, podemos distinguir perfectamente la Cordillera Dorsal, el espinazo rocoso que recorre el noreste de la isla. Al fondo, cada vez más difuminado, vemos el maravilloso macizo de Anaga, en el extremo noreste de Tenerife.
Tras esta breve visita, nos disponemos a recorrer el camino en sentido contrario, en dirección a la estación superior del teleférico, atravesando una nueva región de malpaís.
Tras varias subidas y bajadas por el accidentado relieve magmático y después de unas cuantas horas de soledad, chocamos de frente con la civilización al acercarnos al inmenso edificio del teleférico, donde ya nos internamos de lleno en la muchedumbre.
El sendero al estético Teide empieza justo al lado de la caseta donde hay los lavabos y un pequeño museo. Una valla controlada por trabajadores del parque nacional del Teide controlan los permisos, que regulan la entrada por turnos de dos horas, aunque no sé si son muy restrictivos en el caso de que vean que has subido desde abajo.
El sendero, ahora perfectamente empedrado, procede el ascenso al Pan de Azúcar, nombre dado al blanco cono somital del Teide.
Después de un tramo bastante llano, el sendero se empina cuando empieza el ascenso propiamente dicho. Nos cruzamos con numerosos grupos de turistas con guías, que nos saludan amablemente al comprobar que hemos ascendido desde abajo (no es difícil por las pintas, los montañeros son animales exóticos aquí arriba).
El último tramo se yergue de verdad, por lo que aparecen escaleras que nos ayudan a ascender los últimos metros antes de llegar a...
...la pequeña caldera del Teide, de un blanco amarillento y con fumarolas apareciendo en todos lados, incluso al lado del sendero, que amenizan los últimos metros con intensos olores de azufre y calientan el cuerpo cuando sopla el frío viento invernal.
La cumbre nos espera al otro lado de la caldera, que el sendero rodea por la derecha.
Al llegar a lo más alto del estado español, nos espera un panorama totalmente abierto, como corresponde a una montaña de esta magnitud, a la que nada le hace sombra. Hacia el noreste, el Risco de la Fortaleza destaca en la, por otro lado, caída ininterrumpida del Teide hacia el mar. 3700 metros de caída en poco más de 10 km. En el hueco entre el Teide y la Cordillera Dorsal, el valle de la Orotava alberga la mayor densidad de población de la costa norte de Tenerife.
Hacia el noroeste, la costa septentrional tinerfeña sigue hacia el oeste hasta terminar en el abrupto macizo de Teno. Más allá, solo océano, a excepción de las dos puntitas de la isla de la Palma.
El cráter del Teide se abre al sur hacia la gigantesca caldera de las Cañadas, con sus montañas ejerciendo de barrera ante la densa nube de polvo sahariano que impide ver siquiera la costa sur de la isla.
Tras ser durante unos minutos las personas más altas del estado español, empezamos a descender, de nuevo bordeando el cráter. Como se puede observar, en todo momento el camino está vallado para evitar que la gente salga del mismo, aunque en el rato que estuvimos en la cumbre vimos a unos cuantos impresentables que estuvieron andando por las otras puntas del cráter.
Después de abandonar el pequeño cráter del Teide y con una diáfana vista de las Cañadas, bajamos hasta la estación del teleférico.
Desde la bajada se tiene una mejor perspectiva del panorama meridional que desde la cumbre misma, pudiendo ver la cumbre más alta y que marca el inicio de la Cordillera Dorsal: la Montaña de Izaña, con los blancos edificios el observatorio astronómico en su cumbre.
Siguiendo con el giro, vamos apreciando el claro corte donde empezó el deslizamiento de parte de la isla que formó la caldera de las Cañadas. A nuestros pies, la gigantesca mancha oscura del Tabonal Negro.
El cordal de la caldera sigue con su mayor elevación, el Alto de Guajara y termina en el extremo derecho de la foto con la preciosa montaña del Sombrero. Entre el Teide y este cordal se aprecian perfectamente los soberbios torreones de los Roques de García.
Cuando llegamos de nuevo a la caseta del teleférico, decidimos desviarnos un momento e ir a ver el Pico Viejo en su mirador, situado en la parte occidental del camino.
El camino, que también sigue bastante gente que sube con el teleférico al apenas tener desnivel, es plácido, y nos provee de una buena perspectiva de la parte occidental de la isla, con el macizo de Teno y la isla de la Palma bien alineados.
Pero la principal atracción del mirador es el gran cráter del Pico Viejo, el mayor del macizo. En el horizonte, apareciendo entre el profundo muro de calima, asoma el Alto de Garajonay, en la cercana isla de la Gomera.
Tras esta breve pero atractiva visita, volvemos a la estación del teleférico, situada detrás de la colina blanca, para emprender el descenso definitivo.
Tomamos de nuevo el sendero al Mirador de la Fortaleza, siguiendo la procesión de gente que avanza entre los roquedos volcánicos.
Pocos metros antes del Mirador, huimos de la muchedumbre y volvemos al más absoluto silencio tomando el camino que se va a la derecha, el utilizado para descender. La diferencia de bullicio es absoluta.
Ahora ya solo nos queda descender unos 1200 metros hasta llegar de nuevo al coche, primero por el hostil malpaís...
...llegando después al refugio de Altavista...
...luego descendiendo por el muro marrón...
...y de nuevo por un magnífico camino, descendiendo por la primera ladera blanca hasta llegar...
...al collado con la ahora naranja Montaña Blanca. Es fascinante como cambian de color los paisajes volcánicos a medida que pasa el día.
Ya solo nos quedará el descenso por la pista, que se hace largo, para volver a la carretera.
En nuestro relajado descenso, nos da tiempo de sobras para contemplar las impresionantes coladas de lava que separan las distintas laderas de piedra pómez, de un color radicalmente distinto.
Cercanos a la carretera, una última vista de la extensa caldera de las Cañadas y sus montañas, bajo la luz del atardecer.
Y volviendo al lugar donde hemos dejado el coche, nos despedimos del gran gigante canario, de cuya apabullante presencia hemos podido disfrutar en la jornada de hoy.