Una punta de lanza sobre el Ter

El Far (1.125 m) desde Sant Martí Sacalm

La característica forma de el Far desde Aiats

Después de un breve descanso en la Plana d’Osona, el río Ter, el más importante del nordeste catalán, vuelve a encontrarse con la montaña adentrándose en un largo e imponente desfiladero que separa la Cordillera Transversal en el norte, representada por el altivo Collsacabra, de la Prelitoral, con las abruptas y boscosas Guilleries guardando la vertiente sur del río. Los numerosos meandros que ha realizado el Ter para avanzar por esta compleja región han sido aprovechadas por el hombre con la construcción de los pantanos consecutivos de Sau y Susqueda, que ahora aprovisionan de agua la metrópolis de Barcelona y toda la provincia de Girona. Aunque de modesta altura, esta región es bastante espectacular por la presencia, sobre todo en la parte septentrional del desfiladero, de coloridas paredes de notable tamaño que además tienen la particularidad de formar una muralla casi continua durante más de 20 km de longitud. La parte más destacada de este murallón son los famosos Cingles de Tavertet que, junto con la punta del campanario de Sant Romà de Sau, inundado por las aguas del pantano, conforman una de las grandes postales de Catalunya.

Mientras que Tavertet se encuentra en la parte más occidental del desfiladero, su extremo oriental está vigilado por el último de los “cingles” del Ter, casi igual de famoso que el anteriormente mencionado. Se trata del Far y es una montaña verdaderamente curiosa. Mirándola desde arriba, la silueta del Far sobre el mapa se asemeja a una colosal punta de lanza, quedando su parte superior, que es prácticamente llana, protegida por un muro de 3 km de largo a cada lado de la cumbre. Saliendo del altiplano del Collsacabra, esta peculiar formación rocosa empieza bastante ancha (poco más de 500 metros de lado a lado de la pared) para ir estrechándose progresivamente hasta llegar a la punta de la lanza, que es justamente su parte más alta. En el extremo de esta formidable proa rocosa se levanta el santuario de la Mare de Déu del Far, levantado según la leyenda por unos marineros que, a punto de naufragar, vieron la cumbre de esta montaña, como si fuera un faro, desde el mar. Y es que la silueta del Far es inconfundible por su característica forma, convirtiendo esta singular montaña en una de las más famosas del nordeste catalán, desplomándose su “cinglera” sobre el profundo congosto del Ter.

En esta reseña se propone realizar una de las vueltas más completas para ascender al Far, pudiendo conocer tanto su dominio occidental, donde visitaremos el Castell de Fornils y la Cova del Goleró, como su parte oriental, ascendiendo por el uno y descendiendo por el otro, para explorar en profundidad esta preciosa montaña.

FICHA TÉCNICA

Desnivel700 m

Longitud16 km

Altura mínima560 m

Altura máxima1.125 m

Dificultad técnicaNula. Descenso empinado a la Cova del Goleró.

Track en Wikiloc

Mapa de la ruta realizada tomado en el visor Iberpix

Acceso

El inicio de la ruta es el pequeño pueblo de Sant Martí Sacalm. En la parte alta del pueblo, delante del local social y el ayuntamiento, hay lugares para aparcar. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace a Google Maps.

Fotodescripción

Sant Martí Sacalm es un pequeño pueblo formado por casas dispersas que se articulan alrededor de la colina donde se asienta su iglesia. El centro de esta aldea es el ayuntamiento, donde aparcamos, ya con vistas a...

...la proa del Far, pudiendo ver el techo del santuario asomando por encima de la gran pared, en la misma punta de esta montaña.

Descendiendo por la carretera por la que hemos llegado, en la primera curva la abandonamos para tomar la pista de tierra que se dirige hacia el Far.

Descenderemos por la pista hasta llegar al Collet de Sant Martí, importante bifuración de caminos. Seguiremos la pista principal, que se dirige hacia el Castell de Fornils, situado en la vertiente occidental de la montaña. ignorando una pista secundaria que viene de la parte oriental y que utilizaremos para volver.

Nos espera ahora un largo descenso de 5 km por la pista hasta el Castell de Fornils. El trayecto sería monótono de no ser por las dilatadas vistas que se tienen del bello entorno del desfiladero del Ter, cuyo recorrido intuimos bajo las boscosas cumbres de las Guilleries.

Cuando cambiamos definitivamente de vertiente, se nos abre el panorama sobre el paraíso de riscos y murallas que delimitan el Ter por el norte, encabalgadas unas encima de otras.

De entre todas ellas, destaca especialmente el descomunal monolito rocoso de l'Agullola, separada por una profunda brecha del cuerpo principal de la muralla.

Cuando la pista gira hacia el norte, para ir paralela a la Cinglera del Far, vemos como ésta y el siguiente grupo de acantilados convergen en una marcada V en el terreno, aún bastante lejana...

Se trata del Grau del Goleró, punto de unión del Far con el resto de la muralla y uno de los escasos pasos para subir a la parte somital de los acantilados. Por ahí vamos a salvar la pared, no sin antes visitar la cueva homónima que se encuentra en su base.

Tras una hora por la pista, por fin llegamos al Castell de Fornils con sus torres saliendo por el bosque como si quisieran competir con el soberbio pilar de l'Agullola. Hemos llegado al punto más bajo de toda la ruta.

Para ir al castillo bajamos por una pista bastante mala y subimos hasta la colina donde se asienta la fortaleza.

El castillo, propiedad de los condes de Cardona, fue construido entre el siglo XI y XIII, en una posición estratégica pues controlaba desde las alturas el tramo final del desfiladero del Ter.

Con cuidado, se puede subir a uno de los muros y asomarse en el interior del castillo, que está en un estado bastante lamentable. Por los carteles, aparentemente está en restauración, pero parece que lo hayan dejado a medias, con sectores aún con los trastos de las obras puestos de cualquier manera. En cualquier caso, desde este improvisado mirador, podemos ver toda la longitud de la larguísima muralla del Far, desde su culminación, de donde venimos...

...su parte central, que recorreremos en su totalidad...

...y su final en el Racó del Goleró, a donde debemos dirigirnos ahora. Lo tenemos a 2 km de franca subida, a diferencia de lo que veníamos haciendo hasta ahora.

Ahora viene el tramo más complicado a nivel de orientación de la jornada, puesto que el camino al Goleró empieza por la masia de la Triola, situada a unos 100 metros de desnivel por encima de nosotros. Así que tendremos que recuperarlo yendo campo a través, primero por una pista que desaparece a los pocos metros.

Cuando la pista desaparece, estamos en la parte baja de los campos del Quintà de la Triola. El camino a coger está en su parte superior, así que empezamos a subir por los prados.

Antes de entrar al campo, saltamos una valla que lo delimita por el punto en el que ésta está más maltrecha.

Con las paredes del Far en lo alto, ascendemos cómodamente por los prados hasta llegar a su parte superior...

...donde nos encontramos con el sendero que ya no vamos a dejar hasta superar el Grau del Goleró.

Tras encontrarnos y saltar de nuevo una valla sin mucho sentido, puesto que corta el paso de un sendero bastante utilizado, empezamos a subir, nunca de forma muy empinada, por un bonito bosque de robles y encinas.

Tras un buen rato de suave ascenso, cercanos ya al Grau del Goleró, llegamos a un punto importante en la ruta: el desvío a la Cova del Goleró. Aunque está bien marcado, con hitos y puntos rojos, el sendero en sí es bastante tenue.

Un fuerte descenso nos lleva al fondo del Racó del Goleró, a la base de sus paredes.

Allí, en un lateral, nos encontramos repentinamente con la Cova del Galeró, con una entrada de tamaño bastante notable. No íbamos con luz y la cueva traza una curva rápidamente por lo que la iluminación natural desaparece a los pocos metros, aparte de que en su interior hay bastantes bloques de piedra bastante grandes, imposibilitando nuestro avance. Sin embargo, con luz artificial se puede andar un buen rato por su interior, cuidando de no molestar a las colonias de murciélagos que viven en su interior.

Tras esta visita, subimos de nuevo por el sendero marcado con manchas rojas, teniendo incluso que ayudarnos con los árboles para mantener el equilibrio, al ser el terreno muy empinado.

Llegamos de nuevo al buen camino del Grau, que aprovecha un punto donde la pared cede para ascender a su parte superior, llegando a tocar el muro de la Cinglera del Far.

El camino está muy bien trazado, y en un punto donde hay caída en un lado, hay una barandilla para evitar sustos.

A media subida, el bosque desaparece momentáneamente y tenemos una perspectiva muy buena del barranco que cae del Racó del Goleró y que desagua en Susqueda. Desde aquí vemos el largo camino realizado hasta llegar hasta aquí, desde el altiplano donde está ubicado Sant Martí Sacalm, hasta los prados de la Triola, donde empezamos la subida hasta llegar al Grau del Goleró.

A partir de aquí el terreno va a canviar radicalmente, suavizándose de forma repentina, primero por un bosque cada vez más aclarado y llegando rápidamente...

...al extenso Pla de l'Om, un bucólico prado en cuyo inicio hay esta señal, ya indicando el largo camino hacia el Far. Ahora estamos en la parte ancha de la lanza, teniendo que llegar a su parte más estrecha.

Sin camino pero sin necesidad de él, avanzamos por el prado en dirección suroeste, pasando por una valla para dirigirnos al campo conreado que vemos al fondo.

Tenemos que saltar una nueva valla para llegar al campo conreado, que bordeamos por la izquierda para evitar pisarlo.

Vale la pena mirar atrás para disfrutar de las fronteras del Collsacabra, una región con una preciosa combinación entre verdes prados, colinas boscosas, y grandes paredes que, aunque no veamos, están muy cercanas. Incluso podemos ver a lo lejos la cumbre principal del Collsacabra: la blanca muralla de Cabrera.

Vamos rodeando el prado sin camino, yendo a buscar su extremo sur.

Allí encontramos lo que buscamos, el sendero que nos llevará a la cumbre del Far pasando por el mismo borde de sus acantilados.

Este camino es una maravilla, pasando muy cerca del vacío de la Cinglera del Far pero sin sensación de peligro, mientras vamos gozando de una dilatada panorámica del entorno del Ter.

Como por ejemplo de la cumbre más alta de las Guilleries, Sant Miquel de Solterra, mostrando su piramidal cumbre por encima del apurado pantano de Susqueda, en una situación de grave sequía.

En caso de bifurcación, vamos siempre por el camino de la derecha, que es el que se mantiene cerca del borde del precipicio.

Vale la pena seguir por el camino porque, poco antes de llegar a la cumbre del Far, el bosque se despeja y aparece a la derecha una torre algo separada de la pared. Tras un ascenso fácil por los escalones de roca, llegamos a...

...el mejor de los miradores del Far, con una inmejorable vista de su muralla. Con el Racó del Goleró bien visible en el punto de unión de la Cinglera del Far con la Cinglera del Goleró, de fondo tenemos el resto de la Serralada Transversal, pudiendo divisar al fondo su cumbre más alta, el altivo Puigsacalm.

Hacia el lado contrario, la pared del Far gana en tamaño, con los campos de Sant Martí Sacalm a sus pies.

Enfrente, las (escasas) aguas del Ter nos separan del boscoso macizo de Guilleries, ya en la Prelitoral, cuya máxima altura aparece, descomunal, en el fondo: el Montseny.

Y, enfrentado a les Guilleries, la abrupta frontera del Collsacabra, con su larguísima línea de acantilados protegiendo la vertiente norte del Ter, destacando la atalaya de l'Agullola, algo separada del cuerpo principal de "cingleres". Justo debajo podemos ver tanto el Castell de Fornils como los campos de la Triola, por los que hemos subido hace un rato.

Tras volver al camino, el terreno se suaviza definitivamente cuando llegamos al entorno del santuario.

Nos acercamos a la carretera para recorrer los últimos metros antes de llegar a...

...el gran complejo del Santuari del Far. Aparte de la iglesia, hay una hostería donde sirven comidas, bastante concurrido al llegar una buena carretera hasta la misma cumbre.

Empezamos la vuelta panorámica con el lugar donde iniciamos la ruta de hoy: Sant Martí Sacalm, muy cercano pero con el acceso directo imposibilitado por la gran pared que cae de la proa del Far. Un poco más allá, el profundo desfiladero del Ter llega a su final, guardado por la mole de Sant Gregori.

Más a la derecha, podemos ver retazos del pantano de Susqueda, o mejor dicho, de lo que queda de él, porque se aprecia más el estrato seco que su parte llena de agua. Sant Miquel de Solterra y Sant Benet guardan la otra vertiente del Ter, aunque estas cumbres palidecen en comparación con...

...las colosales siluetas del Montseny, con sus dos grandes macizos bien individualizados: a la izquierda la aguda cresta de Les Agudes y el Turó de l'Home y a la derecha el masivo Matagalls.

Si miramos hacia el este, divisamos la ciudad de Girona, con su catedral perfectamente visible a la izquierda de la Serra de Sant Grau.

Y, en esa misma dirección pero más lejano, vemos el pequeño macizo calizo del Montgrí y las inconfundibles Illes Medes, ya en el Mediterráneo.

Hacia el norte, impresiona ver la gran sombra del Far, con sus dos vertientes bien diferenciadas: prácticamente llana la izquierda y una caída a pico la derecha.

El día es corto y, aunque el descenso será mucho más rápido que el ascenso, no podemos distraernos si no queremos que nos pille la noche. Para volver, utilizamos el PR que, a veces cerca de la carretera, a veces internándose en el bosque, nos deja en la ermita de Santa Anna.

Allí empieza el sendero que se utiliza normalmente para acceder al Far desde Sant Martí Sacalm, que utiliza el Grau de Santa Anna para salvar la pared, ahora por la vertiente oriental de la montaña.

El sendero aprovecha numerosos zigzags para descender rápidamente por la empinada ladera.

Una vez al pie de la canal, empezamos una larga media ladera bajo la pared oriental del Far, en dirección a Sant Martí Sacalm.

De vez en cuando los árboles se despejan lo suficiente para abrir el panorama hacia el norte, con el Canigó, ya en penumbra, dominando indiscutiblemente este punto cardinal.

Tras una última bajada, llegamos a la bifurcación de esta mañana, cerrando esta magnífica circular con esta bonita visión de los últimos rayos de sol tocando la pared occidental de la iglesia de Sant Martí Sacalm.