El rojo coloso del Alt Pirineu

Mont-Roig (2.864 m), Pic de la Gallina (2.757 m) y Pic de la Roia de Mollàs (2.644 m)

El Pic de la Gallina y el Mont-Roig desde el Pic de la Roia de Mollàs

En el Mont-Roig convergen 4 aristas de bastante relevancia, siendo las dos superiores las propias del cordal fronterizo, mientras que las dos inferiores articulan el corazón del macizo. En esta reseña conoceremos las dos crestas orientales, aproximándonos a la montaña por el bucólico valle de la Roia de Mollàs, que en opinión de quién suscribe es de los más bellos de la cordillera. Tras pasar la noche en el refugio libre de Mont-Roig, iniciaremos la ascensión por la arista sureste, aprovechando para subir al Pic de la Gallina, mirador excelente de la cabecera del circo homónimo y del Ventolau. Desde allí, coronaremos todas las cotas del Mont-Roig, descendiendo por la arista nororiental, ascendiendo en la bajada el Pic de la Roia de Mollàs, que nos dotará de unas perspectivas únicas del valle que le da nombre. Finalizaremos así una completa ruta a una de las montañas más prominentes del Pirineo, en la que pasaremos por parajes de una belleza inolvidable.

Enclavado en el extremo de un extenso macizo, dividiendo y dominando los afamados valles de Cardós y Àneu, se levanta uno de los colosos pirenaicos catalanes: el grandioso Mont-Roig. Gobernando férreamente su tramo de la divisoria pirenaica, el comprendido entre el Mont Valier y el Certascan, la mole colorada del Mont-Roig, que recibe su nombre del esquisto rojizo y oscuro que constituye esta montaña, es de las más destacadas y visibles de la cordillera, por sus dimensiones y por su característica brecha, que separa las dos cumbres principales de la montaña. Junto a su fiel escudero, el Pic de Ventolau, culmina una sucesión de valles escalonados con una abundante presencia lacustre (en una proporción solo superada por el cercano macizo de Aigüestortes), en uno de los parajes más vírgenes y solitarios que hay en los Pirineos.

El Mont-Roig y el Ventolau, uno en cada punta de su macizo, desde el Tuc de la Llança

FICHA TÉCNICA

Desnivel1.550 m

Longitud18,6 km

Altura mínima1.650 m

Altura máxima2.864 m

Dificultad técnicaPasos de I-I+ en el recorrido entre las dos cumbres del Mont-Roig. Travesía delicada por pendientes muy empinadas de hierba en la bajada del Pic de l'Estanyet al collado y del Pic de la Roia de Mollàs.

Track en Wikiloc

Mapa de la ruta realizada tomado en el visor Iberpix

Acceso

El inicio de la ruta es una marcada curva en la pista que sube desde les Bordes de Quanca al Port de Tavascan. La pista, bastante estrecha, tiene tramos asfaltados, pero los que no lo están tienen tramos en bastante mal estado, por lo que es muy recomendable llevar un coche no muy bajo. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace de Google Maps.

Fotodescripción

Empezamos la ruta en una fresca y nubosa tarde de julio, en la curva de la pista donde se encuentra el desvío del GR y la Alta Ruta Pirenaica.

El camino arranca llaneando, incluso bajando unos metros, atravesando un frondoso bosque que, de vez en cuando, se despeja y nos ofrece una primera visión del majestuoso Mont-Roig, al fondo del valle que vamos a recorrer. Más cerca, divisamos la cascada que pone el broche final al Torrent de la Roia de Mollàs: el Salt de la Fumalera, una primera muestra del espectáculo natural que nos espera en este precioso valle.

Al llegar a la Pleta Palomera, cruzamos el caudaloso Riu del Port por un puente de madera y giramos definitivamente hacia el oeste, adentrándonos ya en el valle de la Roia de Mollàs.

En un primer momento, avanzamos por un sendero bien trazado que serpentea por el bosque, estamos en uno de los tramos de la Alta Ruta Pirenaica.

Más adelante, el valle se abre definitivamente y podemos gozar de una dilatada panorámica de las cumbres que vamos a ascender mañana. Evidentemente, el protagonismo se lo lleva el colosal Mont-Roig, que va a estar envuelto entre nubes toda la tarde. Flanqueándolo...

...a la izquierda, asoma el Pic de la Gallina, el primero de los picos de nuestra lista.

Y, a la derecha del Mont-Roig, el Pic de la Roia de Mollàs, donde cerraremos el cresteo.

Pero todo esto lo dejaremos para mañana, pues planeamos partir la ruta en dos durmiendo en el refugio libre del Mont-Roig. En este valle también se puede pernoctar en la cabaña de pastores del Fangassal, que está en un estado excelente y que, como vemos en la foto, esta noche ya cuenta con ocupantes.

El sendero se difumina al cruzar la Pleta del Fangassal, un bonito rellano atravesado por varios riachuelos. En su defecto, numerosos hitos nos señalan los mejores pasos para cruzar la Pleta y reencontrar la senda en el otro lado.

Una vez recuperado el sendero, nos enfrentamos a un estrechamiento del valle, el Engorjat de l’Escala, con el omnipresente Mont-Roig cerrando el horizonte. Como se puede apreciar en las fotografías, los paisajes que se suceden son de una belleza tan constante como impactante.

Hasta ahora, el camino ha ido ganando altura de forma suave, pero al adentrarnos en el desfiladero la pendiente aumenta un poco, sin llegar a ser exigente. Además, la subida se hace más amena al andar justo al lado del torrente, que en este tramo se encajona en un estrecho canal donde las cascadas son frecuentes y que hacen muy gratificante el recorrido.

El valle parece finalizar en el Clot de l'Escala, un profundo circo situado justo a los pies del...

...Mont-Roig, que se eleva por encima de las oscuras paredes del Clot con una apariencia severa, realzada por las brumas fantasmales que rondan la brecha de su cima.

Sin embargo, el valle no termina aquí, sino que gira abruptamente hacia el sur y entra en el circo de la Gallina, la cabecera lacustre del valle. El agua, que siempre encuentra su camino, sortea la pared del Clot de l'Escala a través de la cascada más alta del valle, la Cascada de Llavera.

El camino aprovecha el paso abierto por el río y asciende junto a la cascada, en un tramo algo abrupto pero que el sendero salva con zigzags evitando los tramos más verticales.

El valle se abre nuevamente al superar la pared del circo. Aquí, siguiendo siempre el curso del río, giramos de nuevo a la derecha, aprovechando una suave loma para acercarnos a...

...la blanca estructura metálica del Refugi del Mont-Roig, situado en un enclave privilegiado.

El refugio es libre y está abierto todo el año. El refugio está en un estado excelente y, aunque pequeño, en su interior caben 9 personas en unas literas que tienen colchonetas y cojines. También dispone de una mesa para comer y de una radio de emergencia. Como en todo refugio libre, su conservación depende exclusivamente de quienes lo usan. Por eso, desde aquí, un llamado al sentido común: cuidémoslo como se merece.

Pasamos las horas que faltan hasta la noche contemplando el espectacular panorama que se contempla desde este balcón. A nuestros pies queda el Estany de Llavera —ligeramente apartado del camino, por eso no lo habíamos visto hasta ahora— y, en el horizonte, las salvajes montañas del Alt Pirineu se perfilan bajo un cielo que empieza a oscurecer.

Tras una noche bastante apacible, nos despertamos poco antes del amanecer de un día que promete ser mucho más soleado que el anterior. Mientras nos preparamos para partir, el cielo va encendiéndose como si ardiera y nos ofrece esta impresionante imagen.

La bicéfala cumbre del Mont-Roig aparece desprovista de nubes esta mañana. El acceso directo a sus cimas, que se alzan justo sobre nuestras cabezas, se ve imposibilitado por las paredes que protegen casi todo su alrededor, por lo que daremos un rodeo para llegar a la doble cima.

Empezaremos descendiendo y cruzando el desagüe del Estany Inferior de la Gallina, el segundo de los estanys que jalonan el circo. Tenemos que llegar hasta el tercero para empezar el ascenso al Mont-Roig, previo paso por el Pic de la Gallina, cuya achaparrada cima rocosa vemos en la parte derecha de la foto.

Rodeando por la izquierda el Estany Inferior de la Gallina, avanzamos entre pequeños saltos de agua y placas de granito, con el ojo puesto en el bien visible cuenco donde se aloja el Estany Mitjà de la Gallina.

El Sol ya ha salido y su luz contrasta con la oscuridad del piramidal Pic de Mariola, otro de los grandes del valle de Tavascan.

Llegamos a un remanso a los pies de la muralla rocosa que defiende el Estany Mitjà de la Gallina. El camino nos hace cruzar al otro lado del río para subir por la pared situada a la derecha de la primera cascada.

Antes de subir, echamos un vistazo a la abrupta vertiente oriental del Mont-Roig, que no parece tener un acceso fácil. Sin embargo, el camino que tomaremos -la vía normal para alcanzar esta cumbre desde el lado catalán- realiza un ingenioso recorrido atravesando en diagonal la pared aprovechando tubos herbosos para ir a buscar la parte superior de la canal cuya sombra distinguimos en la parte izquierda de la fotografía.

Superada la muralla rocosa, abandonamos la Alta Ruta Pirenaica, que continúa subiendo por los estanys de la Gallina y...

...empezamos a seguir los hitos que se dirigen a un hombro que se desprende de la rocosa ladera. La canal que tenemos que ir a buscar es la que se ubica a la izquierda de la puntiaguda cota visible en la parte superior derecha de la imagen.

El ascenso, que transcurre por empinadas canales herbosas, es muy intenso y gana altura rápidamente, ofreciéndonos bonitas perspectivas de los dos lagos intermedios del Circ de la Gallina: el Mitjà y el de Dalt. Arriba a la derecha, bajo la imponente pirámide del Ventolau, se intuye la cuenca lacustre del Estany Major de la Gallina, el mayor del valle.

Superado el primer tramo del ascenso, el más empinado, los hitos nos guían ahora por una vira herbosa, que avanza en diagonal hasta llegar a...

...la canal que habíamos divisado desde abajo, a la que ahora accedemos por su tramo superior. En caso de duda, siempre podemos tomar como referencia el pitón rocoso que se yergue delante nuestro, bien visible desde los lagos de la Gallina.

Abajo quedan el Estany Inferior de la Gallina y el Estany de Llavera, a los que los rayos de Sol, que despuntan por detrás del Pic de Mariola y la Roca Espana, ya empiezan a tocar. Se alcanza a distinguir incluso el techo del refugio, ligeramente elevado sobre el primer estany.

El fondo de la canal se torna rocoso al superar los 2500 metros, al tiempo que la pendiente se suaviza notablemente. Los hitos siguen por el barranco en dirección al resalte que se adivina al fondo, pero nosotros, decididos a ir al Pic de la Gallina y para evitarnos ir y volver por el mismo camino al llegar a la cresta, decidimos tomar un camino más directo.

Cuando observamos que la pared a nuestra izquierda cede, giramos hacia esa dirección, atravesando neveros y pedreras. Como vemos, la presencia del esquisto es cada vez mayor.

Tras subir poco más de 50 metros por terreno algo escabroso pero sencillo, salimos de nuevo a terreno abierto y volvemos a ver la cresta del Pic de la Gallina.

Para subir al pico, accedemos a su cresta occidental por una tendida canal.

Llegamos así a una brecha en la cresta desde la cual nos quedará un corto paseo para llegar...

...a la ancha cumbre del Pic de la Gallina, una de las cumbres que jalonan la arista que une el Mont-Roig con el Ventolau.

Precisamente del Ventolau tenemos esta preciosa estampa: su cima corona el Circ de la Gallina, con el Estany Major —el más grande de todo el macizo y uno de los mayores del Pirineo catalán— a sus pies. A la derecha, del Ventolau, la sierra continua vía la alargada Serra del Campirme, principal estribación del macizo hacia el sur.

Más lagos, aunque de menor tamaño, podemos observar en el valle de Nyiri, que se abre entre la Serra Mitjana y la Serra de Pilàs. A la izquierda vemos el hermano menor del Pic de la Gallina, que a pesar de su menor altitud, recibe el nombre de Pic Major de la Gallina. Y, al fondo, Aigüestortes.

En el Pic de la Gallina damos inicio al largo cresteo que finalizaremos en el lejano Pic de la Roia de Mollàs. Pero antes, iremos a por el premio gordo, nunca mejor dicho, pues tenemos que ascender la ingente masa del Mont-Roig y todas sus cumbres. La primera que abordaremos es el gran diente que se alza a la izquierda, llamado Pic de la Tartera y que, a pesar de ser el menor de los tres picos que constituyen el Mont-Roig, es el que alberga el vértice geodésico.

Siempre pegados a la pared, avanzamos por la arista, compuesta de dos cotas intermedias que tendremos que superar. La arista no presenta dificultad, apenas teniendo que destrepar algún fácil paso en el descenso de una de las cotas intermedias.

Llegados a la base del Pic de la Tartera, optamos por mantenernos junto al borde mismo de la cresta para ahorrarnos la travesía por la gran pedrera de nuestra derecha.

A medida que nos acercamos al Pic de la Tartera, cuya pared impresiona por su completa verticalidad, la arista se afila, exigiéndonos el uso de las manos en varias ocasiones, aunque los pasos no superan el primer grado. Además, siempre hay escape por la derecha para salir a la pedrera.

Vale la pena mirar hacia atrás para ver el Pic de la Gallina ofreciendo su silueta más atractiva, como si quisiera competir con la airosa punta del Pic dels Tres Estanys y la mole del Ventolau.

La arista del Pic de la Tartera termina fundiéndose con la gran ladera, que comprobamos, aliviados, que es de muy buen andar. Siguiendo trazos de sendero cubrimos los últimos metros antes de llegar...

...a la cota más occidental del Pic de la Tartera, donde nos recibe un gran hito y una estación meteorológica.

En el Pic de la Tartera comienza otra de las aristas que convergen en el Mont-Roig. Se trata, en este caso, de la arista suroeste del macizo, la llamada Serra de Pilàs, por el pico que la culmina, en su extremo opuesto, antes de desplomarse sobre la Vall d'Àneu.

Estamos en la montaña más alta que hay entre el Mauberme, en el Naut Aran, y el macizo de la Pica d'Estats, por lo que el panorama en prácticamente todas las direcciones resulta extraordinario. Hacia el este, las montañas andorranas, con el Comapedrosa en el centro, se adentran en España hasta desembocar en la característica silueta del Monteixo, visible en la parte derecha de la foto.

En esa misma dirección, más allá de la violenta Serra de les Canals, el rey del Pirineo catalán, la Pica d'Estats, permanece tapada por una caprichosa nube, que únicamente permite entrever el Pic dels Estanys y la majestuosa pirámide del Baborte a la derecha.

Desde el hito, divisamos claramente la cota que alberga el vértice geodésico, así como las dos cumbres principales del Mont-Roig, alzadas sobre una oscura y afilada cresta. Antes de dirigirnos hacia ellas, sin embargo, nos acercamos primero al vértice.

Desde allí se abre una inmejorable vista hacia el sector occidental del cordal fronterizo, el que se interna en el Naut Aran y el Couserans. Podemos contemplar varios de sus colosos, como el Mauberme, el Barlonguera y, especialmente destacado desde aquí...

...el apabullante Mont Valier. que nos muestra su cara más feroz y vertical; un paredón de 1000 metros que forma parte de la élite dentro de los abismos de los Pirineos.

El Mont-Roig es otro de estos colosos fronterizos y, aunque no posee los vacíos del Mont Valier, también tiene su punto de fiereza. Sus dos cumbres principales, separadas por una abrupta brecha, se alzan sobre una sombría pared esquistosa que se precipita cientos de metros hacia el valle francés de Salau.

Nos acercamos a la cresta por una ancha loma, amable y cómoda de andar.

Pero cuando la cresta cambia de dirección hacia el norte, la loma se transforma en una cresta jalonada por varios promontorios rocosos, con cada vez más vacío a ambos lados.

Los hitos nos señalan los mejores pasos, teniendo a veces que trepar a lo alto de estas puntas...

...y otras sortearlas bien por la izquierda, bien por la derecha, por pasos que, sin ser técnicos ni expuestos, sí resultan bastante aéreos, pues llegamos a caminar a escasos centímetros del vacío.

Sin embargo, la cresta es bastante corta y no tardamos en alcanzar la cumbre principal del Mont-Roig, llamado también Mont-Rouch d'Espagne por los franceses, en contraposición con la cima norte, llamada Mont-Rouch de France, aunque ambas cumbres son fronterizas.

Desde aquí se despliega ante nosotros el cordal fronterizo oriental, empezando por el Pic de la Roia de Mollàs, que será la última montaña de nuestro cresteo, siguiendo con el Pic de Mariola y la Roca Espana. Tras el corte del cordal en el Port de Tavascan, la cadena montañosa se alza de nuevo con fuerza en el macizo de Certascan.

Más a la derecha, Pica d'Estats parece que quiere librarse de la única nube que la acecha. El que queda libre de nubosidad es el Montcalm, mientras que el Sotllo queda eclipsado por la propia Pica.

A nuestros pies, se abre el majestuoso conjunto lacustre que conforman los lagos escalonados de la Gallina, desde el de Llavera a la izquierda, hasta el Estany Major, situado debajo del Ventolau, la única montaña capaz de hacer algo de sombra al Mont-Roig en muchos kilómetros a la redonda.

Es el momento de detenernos en el macizo de Aigüestortes y Sant Maurici, que hasta ahora habíamos ignorado.Desde el Mont-Roig se disfruta una de las panorámicas más completas de este extenso macizo, el mayor del Pirineo catalán. Empezamos con las montañas de su vértice sureste, donde destaca la alargada cresta del Pic de la Mainera y, en el centro, el Pic de Peguera, el más alto de la parte oriental del macizo.

Siguiendo hacia la derecha, el Subenuix reina entre las numerosas pirámides que conforman su submacizo.

Para terminar con Aigüestortes, una imagen de su sector septentrional, donde podemos ver, de izquierda a derecha, los Pics de Bassiero, el Gran Tuc de Colomers y, después del Contraix y las crestas de Colieto, la altiva Punta Alta.

Tras el macizo de Moredo y Marimanha, con el blanco Pic de Qüenca en el centro, aparecen los dos macizos más altos del Pirineo y también el que tiene mayor cantidad de tresmiles de la cordillera aparecen en escena: la Maladeta (con el Aneto en centro), el Posets y el macizo del Perdiguero.

Es inevitable detenerse largo rato ante semejante paisaje, pero debemos proseguir, pues nos espera el que, creemos, será el tramo más complicado del cresteo, aunque, en realidad, no lo será tanto Debemos descender hasta la profunda brecha de Mont-Roig para ascender a la cumbre norte, que ya se perfila ante nosotros.

La cresta se interrumpe bruscamente por un vertical corte justo antes de la brecha, por lo que para acceder a ella, debemos adentrarnos en la abrupta cara oeste del Mont-Roig, descendiendo con mucho cuidado por un espolón al que nos conducen los hitos, siempre bien colocados.

Cuando llegamos a la altura de la brecha, abandonamos el espolón y emprendemos una media ladera por la pared. Desde que dejamos la cima principal, prácticamente no hemos tenido que usar las manos, aunque cabe decir que la travesía es bastante expuesta a mano izquierda. Algunos textos describen este paso entre las dos cumbres como un recorrido con pasos de segundo grado o más, pero en mi opinión no se llega en ningún momento a esa dificultad: a lo sumo, hay algún paso de primer grado.

En nuestra travesía por la cara más oscura del Mont-Roig, tenemos esta perspectiva de su cara soleada, aunque igualmente abrupta, la situada bajo el Pic de la Tartera.

Quizás el paso más complicado de la travesía sea el descenso a la brecha, una pequeña pared vertical de un par de metros que hay que destrepar con atención. Un paso que, en todo caso, no va más allá del I+.

Antes de saltar a la brecha, dedicamos un momento a contemplar la pared que debemos ascender para coronar la punta septentrional del Mont-Roig. Como podemos observar, la pared es bastante vertical pero a su estructura escalonada facilita bastante la trepada, que va a ser un primer grado constante de unos 30 metros de largada.

Antes de iniciar la subida, no podemos resistirnos a asomarnos a la canal que asciende desde el este hasta la brecha: la Canal del Mont-Roig. Es el itinerario más alpino para alcanzar esta montaña, ya que permanece cubierto, hasta bien entrado julio, por una estrecha y empinada lengua de nieve que llega justo hasta la brecha.

Mientras ascendemos al Mont-Roig norte, vemos la explicación de por qué los hitos nos han hecho abandonar la cresta por su vertiente oeste.

En pocos minutos llegamos a la cumbre norte del Mont-Roig, el mal llamado Mont-Rouch de France, justo al mismo tiempo que una bruma que viene del este.

Por suerte, la bruma no llega a impedirnos observar a nuestros pies el profundo valle de Salau, con el pueblo homónimo 2000 metros más abajo.

Como el resto del panorama apenas varía respecto a lo que llevamos viendo durante la jornada, iniciamos el descenso, que se prevé largo. Comenzamos descendiendo la arista nororiental del Mont-Roig, que al principio se presenta ancha.

Pero pronto, la cresta se afila y nos obliga a desviarnos hacia la derecha para evitar un corte abrupto en la roca.

Este es quizás el tramo más abrupto, teniendo que bajar por la parte derecha del cresterío por empinadas pendientes pedregosas. Afortunadamente, existe un sendero que nos ayuda bastante a progresar por este agreste terreno, teniendo que realizar algún destrepe elemental de primer grado.

Después de este tramo, la cresta se funde en un ancho rellano pedregoso. En este punto perderemos el camino, que se desvía hacia Francia y desciende hasta Salau. Nosotros, en cambio, seguimos por el cordal rumbo al ahora embrumado Pic de la Roia de Mollàs.

Y aquí cometemos el error de la jornada. Decidimos esquivar la pequeña elevación que vemos delante, que en algunos mapas recibe el nombre del Pic de l'Estanyet, asumiendo que el descenso hasta el Col du Mail, el collado que nos separa del Pic de la Roia de Mollàs, será más sencillo.

Nos equivocamos. Del Col du Mail nos separa una ladera herbosa que al principio es endimoniadamente empinada. Desde la cumbre del Pic de l'Estanyet, el acceso a esta rampa es algo más sencillo y seguro, pero desde nuestra posición, nos vemos obligados a destrepar por un tramo rocoso que desemboca en una pared de hierba, casi vertical y bastante peligrosa. Por ello, recomiendo ascender al Pic de l'Estanyet y bajar directamente al Col du Mail desde allí. Al menos, tenemos una hermosa vista del Pic de la Roia de Mollàs.

En estos momentos de tensión, reconforta mirar al sobrio Ventolau, dominando los lagos de la Gallina, que ahora vemos perfectamente escalonados.

Cuando llegamos al Col du Mail, que de collado tiene poco al tener bastante mal paso hacia la vertiente occitana, nos quedan 100 metros de cómoda ladera para llegar al Pic de la Roia de Mollàs.

Una difuso sendero, seguramente generado por rebaños, traza una larga diagonal unos metros por debajo de la cresta, haciendo aún más cómodo el que será el último ascenso del día.

En el hito que marca la cumbre del Pic de la Roia de Mollàs concluye el largo cresteo iniciado en el lejano Pic de la Gallina.

Nosotros lo abandonamos aquí, pero el cordal fronterizo sigue hacia el siguiente pico, el magnífico Pic de Mariola, en una cresta que parece que se complica bastante a partir de aquí. Las nubes que aparecieron al coronar el Mont-Roig han terminado por disiparse, y el día se transforma en una calurosa jornada de verano. Al menos, ahora sí, podemos contemplar sin obstáculos la lejana Pica d’Estats, allá en su remoto rincón del Alt Pirineu.

Pero el verdadero aliciente de esta cumbre es tener un primer plano de la mejor cara del Mont-Roig, con su canal, bien encajonada entre potentes paredes de esquisto, separando con nitidez las dos cumbres. Sin duda, una de las grandes montañas del Pirineo.

El próximo objetivo es el Clot de l'Escala, que queda a algo más de 500 metros de desnivel, en poco menos de un quilómetro de distancia. Para no tener que volver al Col du Mail, trazamos una ruta más directa. Empezamos bajando por la arista sur del Pic de la Roia de Mollàs, que empieza tendida pero que va aumentando la inclinación progresivamente.

Para evitar un resalte que corta la arista, cuando vemos que el paso hacia la derecha queda libre, bajamos por un tobogán herboso muy empinado, que nos deja cerca del Estanyet de Mont-Roig.

Desde abajo, identificamos claramente el corte en la arista que nos obligó a descender por esa vertiginosa rampa.

Sin un camino claro, pero con algún que otro hito que nos confirma que no somos los primeros en aventurarnos por aquí, vamos perdiendo altura por una sucesión de rampas de piedras sueltas y viras cubiertas de hierba, atravesadas por pequeños riachuelos.

Descendemos esta gran ladera a nuestro aire, improvisando el trazado, aunque en más de una ocasión nos toca retroceder unos metros al toparnos con una placa demasiado vertical. Aun así, siempre acabamos encontrando un paso.

Cuando vemos que el Clot de l'Escala queda cerca, aprovechamos los torrentes que caen por la ladera para dirigirnos a los prados del clot, donde pastan tranquilamente unas vacas.

Una vez de nuevo en el sendero que recorrimos el día anterior, desandamos todo el valle de la Roia de Mollàs para regresar al coche. Eso sí, nos cuesta no girarnos de vez en cuando para contemplar cómo el augusto Mont-Roig y sus vecinos, que hemos tenido el privilegio de recorrer en esta preciosa jornada, se van alejando poco a poco.