El último rey de los Alpes
Triglav (2.864 m), Begujnski Vrh (2.462 m), Visoka Vrbanova špica (2.410 m) y Kredarica (2.540 m) por el valle de Vrata
La cara norte del Triglav desde el valle de Vrata
El rey indiscutible de este último sector de los Alpes es el Triglav. El “padre” Triglav, como le llaman los habitantes del país, es el símbolo nacional por excelencia: su silueta tricéfala (de ahí su nombre) figura en la bandera del país y, según la tradición, todo esloveno debe alcanzar su cumbre al menos una vez en la vida. El Triglav es un colosal edificio montañoso, visible desde casi cualquier punto del país y desde todo el extremo oriental de los Alpes. Levantándose por encima de un desolado altiplano calizo, la cumbre del Triglav es una salvaje cresta en forma de L, lisa y vertical por todas sus caras, que incluso cuenta con un glaciar en su vertiente oriental. Este altiplano rodea al Triglav por el oeste, el sur y el este, siendo estos dos últimos los accesos más habituales para alcanzar su base y comenzar la vía ferrata, imprescindible para conquistar la cima. Sin embargo, la cara norte del Triglav es otra historia. En lo que es uno de los mayores abismos del continente, la montaña se desploma en una terrorífica caída de 1600 metros de blanca caliza, completamente vertical, que constituye uno de los paisajes más sobrecogedores que un servidor ha visto nunca en montaña.
El Triglav visto desde el Mangart
En el extremo oriental del gran arco que forman los Alpes, la principal cordillera del continente europeo, cuando las alturas ya no son las mismas que en su centro y los 4000 metros quedan muy lejos, cabría esperar que la fiereza de las montañas alpinas disminuiría en consonancia. Pues bien, nada más lejos de la realidad. En Eslovenia, el país balcánico más norteño, el último coletazo de los Alpes se transforma en los llamados Alpes Julianos (nombre que parece deberse a la presencia de Julio César en la zona). Y, contrariamente a lo que cabría imaginar de las últimas estribaciones de una cordillera, los Alpes Julianos no son ni dóciles ni suaves. Se trata de un laberinto calcáreo, compuesto por peñas de proporciones ciclópeas que se elevan abruptamente de los frondosos bosques que tapizan este pequeño país. De porte dolomítico, las montañas eslovenas son de una verticalidad y belleza que ya querrían muchas montañas de los Alpes centrales.
La cara este del Triglav desde el Visoka Vrbanova špica
El Triglav es una montaña bellísima, se mire por donde se mire. Aun así, entre todas sus rutas de ascenso, se considera generalmente que la más espectacular es la que asciende por su cara norte, por el valle de Vrata, adentrándonos en su vertiginosas paredes. Eslovenia es un país muy montañoso y muy montañero; todas las rutas están equipadas excelentemente con frecuentes ayudas para sortear las verticalidades omnipresentes en su geografía, facilitando el ascenso a casi todas sus montañas mediante el uso de vías ferratas, pues de otro modo sus cimas estarían reservadas exclusivamente a los escaladores. La cara norte del Triglav cuenta con dos vías ferratas que permiten acceder al altiplano superior y que serán las que utilizaremos en esta reseña: la vía Prag y la vía Tominskova. La primera es la más utilizada, al contar con menos tramos equipados, generalmente no muy largos ni demasiado verticales. En cambio, la segunda es una ruta larga y aérea, donde se toca el vacío constantemente y en la que saborearemos el espíritu de una de las grandes caras norte de los Alpes. El Triglav no regala su ascenso, pues en su último tramo vuelve a enfrentarnos al abismo, pero estas dificultades hacen más gratificante la culminación de esta gran montaña, que ostenta, con todo merecimiento, el título del último rey de los Alpes.
Desnivel2.100 m
Longitud18 km
Altura mínima990 m
Altura máxima2.864 m
Dificultad técnicaVía ferrata muy larga y aérea por la vía Tomiskova. El ascenso al Triglav transcurre por otra ferrata, con pasos muy aéreos. El descenso por la vía Prag también tiene pasos equipados, pero más sencillos, excepto un paso muy vertical de 10 m.
Track en WikilocMapa de la ruta realizada tomado en el visor OpenTopoMap
La ruta empieza en el parking habilitado que se encuentra al final de la carretera del valle de Vrata, que parte del pueblo de Mojstrana. Poco antes del refugio del Aljažev dom, la carretera se transforma en pista y se cierra al tráfico rodado. Ahí hay un extenso parking que, aún así, suele llenarse cada día y que cuesta la friolera de 25 euros diarios. Por tanto, si se opta por realizar la ruta en dos jornadas, que es lo habitual, hay que contar con pagar 50 euros por dejar el vehículo. Cabe señalar que estos precios desorbitados para aparcar son la norma común en este país, y conviene no olvidarse de pagar ni excederse del tiempo abonado, ya que las multas son muy frecuentes. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace de Google Maps.
Empezamos a andar por la pista del valle muy temprano, al albor del día, para evitar problemas de aparcamiento. Y, a pesar de que aún no son las 6 de la mañana, el parking está a rebosar de actividad, con numerosos grupos de montañeros preparándose para acometer alguna de las cumbres de este bonito valle de Vrata, aunque la mayoría, como nosotros, van a por el rey del lugar: el Triglav.
La monstruosa pared del Triglav no tarda en aparecer en el fondo del valle, capturando inevitablemente toda la atención de quienes pasan por aquí, que deben alzar la vista para contemplar la muralla en todo su esplendor. Mientras caminamos, pasamos junto a las personas que han pernoctado en el refugio de Aljazev dom, que vemos en la foto, y que también se preparan para la jornada.
Siguiendo por la pista, nos acercamos al lecho rocoso del río Triglavska Bistrica, por el que no fluye ni una gota de agua, a pesar de los grandes neveros que ocupan el fondo del valle, circunstancia que se explica por la naturaleza caliza del macizo, que absorbe toda la agua caída y la transporta subterráneamente, expulsándola con fuerza unos kilómetros más abajo. En este punto, vemos también un gran mosquetón metálico, monumento en honor a los partisanos eslovenos de la Segunda Guerra Mundial. Aquí, bajo la cada vez más majestuosa muralla del Triglav, se separan las rutas de Prag, que continúa de frente y que utilizaremos mañana para volver, y la ruta Tominskova.
La ruta Tominskova empieza en el otro lado del blanco lecho del río, donde vemos como un bien trazado sendero empieza a ascender por el bosque.
Esta vía es bastante menos transitada que la Prag debido a su mayor dificultad y exposición. Sin embargo, también es, en mi opinión tras haber hecho ambas, mucho más bella. En cualquier caso, recomiendo usar la vía Tominskova para ascender y la Prag para descender, pues, aparte de ganar en variedad, considero que la vía Tominskova no es muy conveniente para realizar en descenso. Empezamos ascendiendo con mucha dureza por el hayedo, siguiendo marcas rojas y blancas, que nos van a acompañar en todo el trayecto.
A pesar de la frondosidad del bosque, de vez en cuando se abre lo suficiente como para poder contemplar las tremendas montañas del otro lado del valle, donde destaca, en el centro de la imagen, la segunda montaña de Eslovenia, el Skrlatica, la reina de los Alpes Julianos, rodeada de su agreste corte de dentadas peñas. No hay una montaña fea en todo el país.
La subida es muy dura, no en vano se ascienden 1000 metros de desnivel en apenas 2 km. Debido a la inclinación del terreno, el sendero, siempre excelentemente trazado, recorre a distintos elementos de apoyo para hacer más fácil la subida, como estas escaleras fijadas a la ladera.
Y, aunque ganamos altura con rapidez, la magnitud del Triglav es tan descomunal que seguimos viéndolo igual que desde el fondo del valle. Estamos hablando de más de 1600 metros de vacío que se alargan a lo largo de 4 km, por lo que no es solo la altura de la pared lo que la hace impresionante, sino también su extensión.
El bosque se va tornando vertical a medida que va aflorando la roca, hecho que coincide con la aparición de grapas y clavos que ya empiezan a ser de ayuda.
Salimos del bosque sobre los 1500 metros, punto en el que el sendero traza una diagonal para rodear un promontorio rocoso por su base.
Aquí empiezan a haber pasos algo expuestos, por lo que ya tenemos los primeros cables de acero a disposición de quien quiera asegurarse. Tal como se ha dicho en la introducción, las rutas de montaña en Eslovenia, al menos las que yo he hecho, están impecablemente equipadas (quizás incluso en exceso, ya que hay tramos asegurados en los que no resulta necesario), y no hay paso expuesto sin su correspondiente seguro.
Al otro lado del promontorio rocoso, una canal boscosa permite ascender a lo más alto del mismo. A medida que vamos ganando altura, las paredes que nos rodean se tornan cada vez más imponentes, y cuesta de imaginar como el camino pueda abrirse paso a través de tanta verticalidad.
Al salir del bosque, obtenemos la primera vista sin obstáculos de la cara norte del Triglav, con sus torturados espolones delimitando oscuros tubos. La pared es tan colosal que puede llegar a marear mirarla directamente. La muralla, y también el valle de Vrata, finaliza en el angosto paso de Luknja, que vemos a la derecha y que da inicio al macizo de Skrlatica, conectando el macizo del Triglav con el resto de los Alpes Julianos.
Cuando alcanzamos la cima del promontorio, pasamos a subir por un espolón que concluye en la lisa pared del Cmir, otra de las grandes cumbres de este soberbio valle. Aquí finaliza la empinada ladera boscosa, dando paso a las portentosas paredes por las que transcurre el segundo tramo de la ruta.
Una última pendiente por una fácil ladera nos lleva al inicio...
...de la vía ferrata propiamente dicha, con un primer paso donde vamos colgados en una pared que, si bien no tiene mucha caída, es un aperitivo de lo que nos espera a partir de ahora.
Aquí empieza la parte más difícil pero también más hermosa de la vía Tominskova. A pesar de que no es una vía ferrata continua, pues tiene numerosos tramos que se hacen caminando, el uso de las manos es constante, utilizando clavos, grapas y escalerillas convenientemente colocadas, siempre con un cable de acero para asegurarse. Primero trepamos por este tajo diagonal que corta la pared, llegando al promontorio que vemos arriba a la derecha.
El objetivo es llegar al anfiteatro que se abre a la izquierda del imponente pitón rocoso que aparece a la izquierda de la imagen, punto donde accederemos al altiplano superior del macizo. Al estar ya a la altura de la mitad de la muralla, hemos ganado perspectiva sobre la cumbre del Triglav, que culmina una alargada cresta rodeada de neveros. A la derecha de la cumbre, vemos la torre más famosa de la pared...
...el terrible torreón de la Sfinga (esfinge en esloveno), cuya característica forma desplomada constituye, según dicen, la sección más complicada técnicamente de toda la cara norte del Triglav.
Para llegar al circo donde nos uniremos a la vía Prag y daremos por finalizado el recorrido por la cara norte, debemos, mediante una caótica travesía por estriadas paredes calizas, ir trazando una diagonal en la que las trepadas van a ser una constante.
Aunque parezca imposible que exista un paso que nos permita seguir, el sendero siempre encuentra el mejor camino, que tiene bastantes tramos de fácil recorrido andado. Cuando recorro rutas como éstas, siempre me pregunto cómo los pioneros lograron descubrir semejantes vías en lugares tan recónditos y difíciles de alcanzar.
Pero incluso en los tramos donde vamos andando, el abismo se cierne a escasa distancia de nuestros pies, así que debemos extremar la atención en todo momento, pues un accidente aquí sería fatal.
Más adelante, nos adentramos en una canal bastante descompuesta, repleta de piedras que se desprenden de las paredes superiores,
Al llegar al fondo de la canal, impresiona mirar hacia abajo y palpar el vacío que se desploma hacia el fondo del valle de Vrata.
De vez en cuando vemos un número pintado en la roca, que nos indica aproximadamente cuánto queda para finalizar la vía, ya que el orden es decreciente: el número 1 marca el final de la ruta y, por tanto, el fin de las dificultades. Creo recordar que comenzábamos en el número 10.
La ruta no es especialmente complicada a nivel técnico, ya que los clavos facilitan la progresión y el cable de acero es un buen apoyo, aparte de no tener pasos especialmente exigentes. A pesar de llevar arnés y disipador de ferratas, apenas los utilizamos en un par de cortos tramos y solo por precaución. Eso sí, es una ruta exigente a nivel psicológico, pues estamos bastante tiempo tocando el vacío y la tensión continua, junto al notable desnivel ganado, contribuye al cansancio.
Tras un buen rato de travesía por la pared, llegamos por fin al anfiteatro que veíamos a lo lejos, justo delante del espectacular torreón rocoso. Aquí concluye la parte de la vía Tominskova, que, si bien resulta exigente tanto física como mentalmente, no es especialmente técnica para quienes estén habituados a la alta montaña y a las trepadas. Por ello, la recomiendo encarecidamente.
La ruta Tominskova finaliza en la empinada tartera que cubre el fondo del anfiteatro, donde nos unimos al sendero de la ruta Prag, que asciende desde la parte baja de esta misma tartera. Aquí abandonaremos la pared del valle de Vrata y nos adentraremos en el desolado corazón del altiplano del Triglav.
La tartera nos lleva, en un ascenso corto pero penoso, hasta la parte izquierda del anfiteatro, único punto débil de la pared que lo encierra.
Al superar el resalte, nos encontramos en una importante bifurcación, bien indicada en este poste.
Si tomáramos el sendero de la derecha, atravesaríamos la extensa llanura kárstica de Kotel, rumbo al Triglav, envuelto ahora en brumas, y al refugio del Triglav o Kredarica, que se encuentra en el collado del centro de la imagen. Por ahí regresaremos mañana.
Pero como esta noche dormimos en el refugio de Valentina Stanica, tomamos la ruta de la izquierda, que bordea la cumbre del Begujnski Vrh y cruza el rellano calizo por su parte más oriental.
El refugio se alza sobre el resalte que vemos delante, del que nos separan unos 100 metros de fácil desnivel.
En este terreno kárstico, la vegetación ha desaparecido casi por completo, sustituida por la rota y afilada caliza, salpicada de resaltes verticales y tubos que aprovechamos para progresar por este caótico paisaje.
Finalmente llegamos al refugio de Valentina Stanica, adusto y sobrio, como corresponde a este entorno tan severo. El precio por noche ronda los 65 euros por persona, incluyendo desayuno y cena, en la habitación compartida de 16 personas, aunque se puede escoger dormir en habitaciones más pequeñas (y más caras). Lo sorprendente de este refugio y, me imagino que en el resto de refugios de alta montaña eslovenos, es el elevadísimo precio del agua embotellada. Al no haber fuentes debido a la naturaleza calcárea del macizo, todo el agua se debe transportar y cada botella de 1,5 litros cuesta 6 euros. La cena consiste en un solo plato, que se elige previamente, y no muy abundante, acompañado por un solo vaso de agua, con el desayuno siendo similar. A pesar de que la restauración es bastante decepcionante, las camas son cómodas y el personal amable.
Eso sí, el entorno del refugio es absolutamente impresionante, con el Triglav, del que vemos ahora su cara este, acaparando todas las miradas. Desde este mirador vemos, como si fueran hormiguitas, las decenas de personas que se afanan en recorrer la cresta de esta montaña, recortándose en el nuboso horizonte. La afluencia es tal que vemos movimiento en la cumbre hasta el anochecer.
Después de descansar un rato, y como aún tenemos toda la tarde por delante, decidimos aprovecharla ascendiendo a dos cumbres cercanas al refugio. La primera, que recibe el impronunciable nombre de Begujnski Vrh, es el contundente diente que vemos al fondo y que hemos rodeado por su base durante el tramo final de la ruta Tominskova.
Siguiendo un buen sendero, avanzamos por el siempre incómodo karst hasta alcanzar un collado justo antes de la subida final al Begujnski Vrh.
El tramo final para llegar a la cumbre transcurre por una empinada y descompuesta ladera de gravilla, que provoca que los últimos 100 metros de desnivel se hagan de rogar.
Alcanzamos la cumbre del Begujnski Vrh justo al mismo tiempo que una nube nos envuelve, limitando las vistas a las cumbres más cercanas. Entre ellas, distinguimos la segunda cima que ascenderemos, el Visoka Vrbanova špica, que se muestra como una alargada loma, diminuta ante la espectacular cumbre del Rjavina, cuya doble cumbre muestra una vertiente bañada por el sol y otra sumida en sombra.
La caprichosa nube juguetea con el intimidante Triglav, oscureciéndolo y dejando entrever solo fragmentos de su tremenda pared.
Hacia el otro lado, se abre el valle colgado de Cmir, tributario al de Vrata, enmarcado por potentes y verticales crestas.
Como no tenemos nada mejor que hacer, decidimos esperar en la cumbre para ver si las nubes se retiran, lo que finalmente hacen, mostrándonos casi por completo la cara norte del Triglav, majestuosa y severa.
El profundo valle de Vrata, 1500 metros más abajo, queda oculto tras la cresta del Cmir, que tiene pinta de ser una ruta espectacular.
Para ir a la segunda cumbre, de menor relevancia que la primera, descendemos de nuevo al collado y encaramos directamente la loma, teniendo que trepar por algún murete de poca consideración.
Una vez en la arista, nos unimos a un sendero que viene del refugio y que facilita la ya de por sí sencilla cresta, que se recorre prácticamente andando.
La cima del Visoka Vrbanova špica es extensa y sorprendentemente herbosa, por lo que podemos tumbarnos apaciblemente y descansar observando las vistas que se tienen desde esta montaña. Por ejemplo, tras el hito cimero se extiende la cresta del Rz (otro nombre impronunciable) y el Kredarica, por la que andaremos mañana en nuestra aproximación al Triglav.
Esta cima marca el inicio de una larguísima cresta, al principio apacible, luego muy abrupta y finalmente boscosa, que llega casi hasta el mismo pueblo de Mojstrana, el pueblo que da acceso al valle de Vrata, visible a lo lejos.
Al volver la vista atrás, destaca una perspectiva bastante aguda del Begujnski Vrh, de donde venimos, con el desierto calizo de Kotel entre nosotros y el Triglav, que vuelve a esconderse tímidamente entre las nubes.
Pero sin duda, lo más sobrecogedor que se ve desde esta cima es la poderosa mole del Rjavina, que culmina una salvaje cresta salpicada de torreones y brechas. No debe ser fácil ascender esta cumbre.
Después de dormitar un rato en esta amable y panorámica cima, cuando las sombras vespertinas empiezan a ganar terreno, regresamos tranquilamente al refugio, dispuestos a pasar la noche y descansar lo que se pueda. Mañana nos espera el "padre" Triglav.
Después de una noche bastante buena, pues la habitación resultó ser sorprendentemente silenciosa, nos levantamos bien temprano el día siguiente, viendo como el Sol contornea la cresta de Rjavina.
El Triglav luce de un intenso naranja esta mañana, que promete ser muy soleada. A pesar de que acaba de amanecer, ya hay gente ascendiendo al Triglav, y vemos a bastantes montañeros ya en la cumbre.
Después de un parco desayuno, abandonamos el refugio de Valentina Stanica por el camino que señala la ruta al refugio de Kredarica, oculto tras la montaña del mismo nombre. Es importante no tomar el sendero inferior, que nos llevaría igual al collado del Triglav pero contorneando la cresta por debajo, teniendo que atravesar bastantes neveros y tarteras. Vale mucho más la pena ir por arriba.
Al estar ya bastante altos, empiezan a asomarse otras grandes cumbres de los Alpes Julianos, como el salvaje Jalovec; para muchos, la montaña más bella de esta sección de los Alpes.
Tras una travesía por el karst, bastante perdedor en esta zona, llegamos a la base de la muralla del Rz, cuya tartera inferior se ve atravesada en diagonal por un claro sendero, al que debemos llegar.
Esta diagonal resulta ser muy panorámica. Tras el profundo boquete del anfiteatro por el que accedimos al altiplano del Triglav ayer, enmarcado por el torreón rocoso a la izquierda y el Begujnski Vrh a la derecha, se desplega el macizo de Skrlatica casi al completo: desde el Razor a la izquierda hasta la accidentada cresta del propio Skrlatica a la derecha. A la izquierda, junto al Jalovec, aparece por primera vez...
...el tremendo Mangart, tercera montaña de Eslovenia y cuarta de todos los Alpes Julianos.
La diagonal por la tartera termina en la pared del Rz, junto a una aguda brecha que debemos trasponer con ayuda, una vez más, de una vía ferrata.
Cuando llegamos a la brecha, comprobamos que ya estamos muy cerca de la mole del Triglav. La cima del Kredarica se alza justo delante, aunque su silueta se confunde con la montaña que tiene detrás.
Para alcanzar el Kredarica, debemos descender hasta una brecha bastante profunda y vertical, asistidos por un pasamanos.
Al ser la cresta entre el Rz y el Kredarica bastante accidentada, la ruta, una vez en la brecha, asciende por la vertiente meridional (izquierda), en una trepada que con la ayuda de la ferrata será de primer grado.
Tras este breve tramo, el resto del camino hacia el Kredarica se suaviza, discurriendo por una ladera de gravilla que nos permite disfrutar con calma de las montañas orientales del macizo, con las pirámides de Rjavina y Rz alineadas.
Al otro lado del collado donde se ubica el refugio donde hemos pasado la noche, las dos cumbres que ascendimos ayer: el Visoka Vrbanova špica y el Begujnski Vrh, del que vemos sus dos caras: suave y fácil la derecha, un tremendo abismo la izquierda.
Tenemos también una vista detallada del Skrlatica y de las dentadas montañas que lo rodean. No tiene pinta de que haya una sola montaña fácil en este grupo, que parece ser mucho más solitario que el del Triglav por su dificultad.
Para terminar con este repaso montañil, una imagen del aislado Razor, del que se desprenden unas espectaculares torres. Y, muy lejano pero perfectamente reconocible, la pirámide glacial del Grossglockner, la montaña más alta de Austria y uno de los grandes reyes alpinos.
Llegamos por fin a la ancha y fácil cumbre de Kredarica, situada a escasa distancia del refugio del mismo nombre.
En apenas unos minutos, llegamos al refugio del Triglav o de Kredarica, mucho más grande que el Valentina Stanica y también, bastante más concurrido. Al estar justo al pie del Triglav, es el más utilizado por quienes buscan ascender rápidamente a la cima.
Desde el refugio se tiene un primer plano de la gran cumbre de la jornada, que se muestra como un colosal y desolado monolito calcáreo en cuya base aparecen los restos del glaciar del Triglav, considerado ya extinto hace pocos años fruto del cambio climático.. Desde aquí, el Triglav aparece en el otro extremo de una afilada cresta cuyo inicio se sitúa en la cumbre que tenemos delante, el Mali Triglav (o pequeño Triglav), cuyo ascenso parece imposible.
Y ciertamente, el ascenso al Mali Triglav de no ser por la ferrata que, desde el collado de Kredarica nos llevará a su cumbre. Los hierros aparecen nada más empezar a subir por el otro lado del collado, aunque la ferrata propiamente dicha empieza en esa gran marca roja y blanca, punto en el que la mayoría de montañeros se equipan con el equipo de ferratas.
Al igual que la vía Tominskova, la ferrata tiene mucho ambiente, aunque la dificultad técnica no es elevada, por lo que utilizamos el seguro del disipador solo en un par de tramos. Eso sí, debemos emplear los cinco sentidos para dar cada paso porque, a pesar de la ayuda del cable de acero, al no ir asegurados cualquier error sería fatal al ir andando constantemente por la mitad de una pared.
Desde el collado, la ferrata atraviesa la base del Mali Triglav para ir a su vertiente meridional, por la cual asciende aprovechando un cóncavo no tan vertical como el resto de la montaña. A pesar de que aún es temprano, la ruta está concurridísima, y tenemos que ir cediendo paso constantemente a la gente que baja, la mayoría con cara de terror. Y es que la fama del Triglav es tal que, similar al Aneto, asciende gente que no debería. Seguramente confiados por la presencia de la línea de acero y esperando que la vía ferrata convierte este ascenso en un paseo, mucha gente se aventura sin tener ningún tipo de experiencia. Evidentemente, solo se dan cuenta de la dificultad de esta montaña cuando ya están metidos en medio de la pared y entonces empiezan los problemas. En nuestro ascenso, comprobamos que buena parte de los que ascienden esta montaña carecían de la experiencia suficiente, viendo a personas experimentar auténticos ataques de pánico y quedarse bloqueadas en medio de la cresta, poniéndose en peligro ellos y a los demás. Consecuencias de la democratización de la montaña y del ignorante atrevimiento de mucha gente.
Mientras esperábamos a que personas chorreando de sudor por el sufrimiento bajaran por las grapas, tuvimos tiempo para gozar del panorama meridional, hasta ahora obstaculizado por el propio macizo. Tras la impresionante muralla del Tosc y el Veliki Draski, se aprecia el valle de Bohinj, tras el cual las montañas eslovenas van perdiendo potencia hasta fundirse con el Adriático, hoy invisible.
Tras franquear una brecha, que vemos abajo, ascendemos por un tramo bastante vertical pero con clavos en ambos lados que facilitan mucho al ascenso.
Tras este tramo, llegamos a una vira rocosa en la que hay incluso tallados unos escalones, que nos dejan en la arista oriental del Mali Triglav.
Desde aquí, vemos como ya hemos sorteado la vertical pared oriental del Mali Triglav, pudiendo ver el refugio del Triglav a vista de pájaro. Más allá, el refugio donde hemos dormido, el Valentina Stanica, que ya queda lejos.
Al estar en la arista, de momento ancha pero bastante empinada, ya tenemos el vacío a ambos lados. Impresiona mirar hacia las montañas del otro lado del valle y los tremendos desfiladeros que se desploman de ellas hacia el profundo boquete de Vrata.
Ascendemos unos 50 metros por la arista, bastante sencilla pero algo descompuesta, hasta llegar a la modesta cumbre del Mali Triglav, que no es más que un hombro de la montaña principal.
Desde esta cumbre secundaria, el Triglav aparece en toda su magnificencia. De la aguda y vertical cumbre nos separa una estrecha y llana cresta (que, según he leído, fue dinamitada para aplanarla) que, en su tramo final, se yergue y forma una vertical arista, que conforma el tramo de más dificultad de la ruta. Sin tiempo que perder, cruzamos el tramo llano con mucho cuidado, pues tiene tramos muy estrechos y aéreos...
...y nos plantamos en la base del resalte final, que coincide con la aparición de un curioso óculo en la pared. Es en este tramo donde vemos la mayor parte de las barbaridades de la ruta, con gente bloqueando el paso sentados en medio de una arista, teniendo que saltar por encima de ellas, y otros ascendiendo sin respetar el paso, molestando a todo el mundo y poniendo más nerviosos a gente que ya estaba al límite. Si le tuviera que poner un pero a esta montaña, es la masificación de este tramo final, repleto de gente sin experiencia ni respeto.
Armados de paciencia, vamos ascendiendo poco a poco por la arista, que no es difícil pero sí muy aérea, teniendo tramos muy vertiginosos, pues el abismo que se abre en cada lado es bastante imponente.
Todo llega a su fin, y, tras superar las últimas secciones del resalte, llegamos a la extensa cúpula pedregosa que conforma la cumbre, en cuyo punto más alto...
...se levanta esta curiosa edificación cilíndrica, un refugio en caso de emergencia, el Aljažev stolp, construido a finales del siglo XIX por un monje montañero. Estamos en el lugar más importante y señalado de todo Eslovenia, un auténtico lugar de peregrinaje para este pueblo. Prueba de ello es que, en su bandera, que tenemos delante, la triple cumbre del Triglav aparece representada dentro del escudo.
Desde esta atalaya se abre ante nosotros un amplísimo panorama, como corresponde a la importancia orográfica de esta gran montaña. La totalidad de los Alpes Julianos se despliega delante de nuestros ojos, desde el cercano Razor hasta el lejano Jôf di Montasio, situado enteramente en Italia y visible en el extremo izquierdo. Y en el horizonte, los Alpes austríacos, teñidos de blanco.
En Austria, si antes habíamos visto al rey de los Tauern, el Glossglockner, ahora distinguimos a su reina, el Hochalmspitze, montaña con una buena cantidad de glaciares rodeándola.
Desde el Triglav, el valle de Vrata se hunde a nuestros pies casi 2000 metros, permitiéndonos ver, minúscula, la cabaña cerca de la cual hemos dejado el coche. La comparación entre ella y el gigante que domina el otro lado del valle resulta abrumadora.
Y es que el Skrlatica, qla reina de los Alpes Julianos, aparece más impresionante que nunca, Su vía normal avanza por la tartera de la izquierda y trepa por la pared hasta alcanzar la arista meridional, desde la que se accede a la cumbre.
Hacia el suroeste, el macizo muestra sus dos caras bien diferenciadas: el desolado karst de su interior, y las abruptas murallas que lo delimitan y que se precipitan sobre los frondosos bosques eslovenos.
Y para terminar con las panorámicas, una visión hacia el sur donde, tras el Rjavec, el espolón más meridional del Triglav, el valle va bajando hasta el valle de Bohinj, con su gran lago escondido entre las nubes.
Pasamos un buen rato disfrutando de las vistas, desconocidas para nosotros, y de la sensación de estar en esta mítica montaña. Pero todo llega a su fin, y empezamos el descenso, que se avecina muy largo. Primero destrepamos por la ferrata hasta alcanzar de nuevo el refugio, con aún más precaución que en la subida, ya que la bajada por este tipo de terreno es aún más delicada.
Tras un lento descenso, pues la afluencia de gente es incluso mayor que en la ida, llegamos de nuevo al refugio, tomando ahora el sendero que desciende por la izquierda.
El sendero desciende hacia el norte hasta que, girando a la derecha, empieza a andar por la base de las paredes del Kredarica en dirección a la llanura caliza del Kotel, que se extiende bajo el gran diente del Begujnski Vrh.
Utilizamos unas descompuestas canales para acceder al karst, donde empezamos a atravesarlo. Sería una tarea ardua de no ser por las frecuentes marcas que nos indican siempre el mejor paso.
Como todo terreno kárstico, desde lejos parece homogéneo y fácil, pero en realidad es un laberinto plagado de simas y resaltes verticales. La línea recta rara vez es una opción, y aunque el sendero que buscamos, situado bajo el Begunjščica Vrh, parece cercano, debemos dar numerosos rodeos.
A pesar de que el camino evita, en la medida de lo posible, las zonas con nieve, en alguna ocasión no tenemos más remedio que cruzar neveros. Sin embargo, en ninguno de estos neveros existe riesgo por su escasa inclinación y exposición.
Finalmente, alcanzamos la bifurcación de ayer, donde nos desviamos hacia el refugio Valentina Stanica. A partir de aquí comienza el único tramo que repetimos respecto a la jornada anterior: el descenso por la tartera.
Pero esta vez, en vez de tomar el sendero de la derecha, el mismo por el que vinimos ayer tras realizar la ferrata de la ruta Tominskova, seguimos descendiendo por la amplia canal, entrando en la ruta Prag, que será la que utilizaremos para bajar.
La ruta Prag utiliza un ancho pero empinado tubo, que aparentemente llega directamente hasta el fondo del valle, aunque veremos que no es así, pues se ve frecuentemente interrumpido por verticales cortes, que debemos ir sorteando.
Cada uno de estos obstáculos son salvados por grapas y clavos, de los que ya empezamos a estar bastante saturados, pues llevamos más de 24 horas tocando hierros.
Bajado el primer tramo de la canal, la cruzamos hasta el otro lado, atravesando una incómoda ladera de gravilla.
En esta imagen podemos ver la razón por la que no podemos realizar un descenso directo por la canal. Escalones rocosos de notable tamaño van apareciendo periódicamente en el tubo, impidiendo un descenso rápido por la canal.
A mitad del descenso, el sendero se desdibuja y entra en una empinada ladera terrosa, muy incómoda de descender.
Tras recuperar el camino, sobre una altura de unos 1.700 metros, llegamos al paso más famoso de la ruta Prag, de donde le viene el nombre. Se trata de un muro completamente vertical, de unos 10-15 metros, que requeriría un rápel de no ser por los escalones clavados en la roca.
Este es el muro una vez superado el paso. Aunque no es difícil, es bastante impresionante, y puede resultar complicado para los que son algo aprensivos.
Llevamos rato descendiendo, y el valle sigue estando bastante abajo. No en vano, desde la bifurcación hasta el sendero del valle hay más de 1000 metros de desnivel, que se hacen pesados por los continuos destrepes y pasos equipados. El paso de Luknja, que se encuentra a unos 1700 metros, puede servir como referencia de altitud.
A partir del paso de Prag, la ruta se hace menos técnica, teniendo que utilizar las manos cada vez menos, aunque la inclinación sigue siendo elevada.
Llegados a los 1500 metros, abandonamos el tubo y empezamos una larga diagonal hacia la izquierda, en dirección a la pared del Triglav, por un sendero ya bastante cómodo.
La diagonal termina casi al final del valle, justo antes de iniciar otro descenso empinado por una zona rocosa, la última equipada.
Después de varias horas de bajada, alcanzamos el fondo del valle. Allí cruzamos el lecho del río (que curiosamente lleva bastante agua en este tramo) para tomar el sendero del valle de Vrata, en la vertiente opuesta.
La ruta Prag pasa justo por debajo del gigantesco muro del Triglav, en una visión que resulta sobrecogedora. No he visto nunca una pared de una apariencia tan ciclópea como esta.
Atravesado el barranco, tomamos el trillado sendero que recorre el fondo del valle de Vrata, siempre por su margen izquierda.
El descenso es muy suave, pero se hace pesado debido al calor, los kilómetros acumulados y el gran desnivel. Agradecemos profundamente la entrada en el hayedo, que nos proporciona sombra, frescor y un último empujón de energía.
Cuando llegamos al monumento de los partisanos, sabemos que el final está cerca. Pero sería un pecado no volverse a mirar, por última vez, al majestuoso Triglav, que nos ha dejado una huella profunda. Se ha ganado, sin duda, un lugar entre las más bellas e impresionantes que un servidor ha ascendido jamás.