El príncipe de los Alpes Julianos
Mangart (2.679 m) por la vía eslovena
El Mangart desde el final de la carretera al collado
En la punta noroccidental de Eslovenia se alza una de sus montañas más célebres. Allá, en la frontera con Italia, se levanta un colosal y solitario diente pedregoso que concentra todas las características de los Alpes Julianos: esbeltez, verticalidad y una belleza sobrecogedora. Se trata del Mangart, la tercera montaña más alta de Eslovenia y la cuarta de esta última sección de los Alpes. Gracias a una carretera que sube hasta los 2000 metros, los pies del poderoso Mangart suelen verse repletos de turistas que buscan disfrutar de los paisajes de alta montaña sin esfuerzo. A su vez, los montañeros también ven facilitada la ascensión a este gigante, que de otro modo sería mucho más ardua y exigente. Por ello, la cima del Mangart es una de las más concurridas, solo por detrás del Triglav, de toda Eslovenia. Aquí proponemos una circular, quizás la más clásica y bonita del Mangart, ascendiendo por la vía eslovena, una ferrata larga, aérea y espectacular, y descendiendo sin grandes dificultades por la vía italiana, pudiendo conocer todas las vertientes del soberbio príncipe de los Alpes Julianos.
En el extremo oriental del gran arco que forman los Alpes, la principal cordillera del continente europeo, cuando las alturas ya no son las mismas que en su centro y los 4000 metros quedan muy lejos, cabría esperar que la fiereza de las montañas alpinas disminuiría en consonancia. Pues bien, nada más lejos de la realidad. En Eslovenia, el país balcánico más norteño, el último coletazo de los Alpes se transforma en los llamados Alpes Julianos (nombre que parece deberse a la presencia de Julio César en la zona). Y, contrariamente a lo que cabría imaginar de las últimas estribaciones de una cordillera, los Alpes Julianos no son ni dóciles ni suaves. Se trata de un laberinto calcáreo, compuesto por peñas de proporciones ciclópeas que se elevan abruptamente de los frondosos bosques que tapizan este pequeño país. De porte dolomítico, las montañas eslovenas son de una verticalidad y belleza que ya querrían muchas montañas de los Alpes centrales.
El Mangart desde el Triglav
Desnivel800 m
Longitud8,2 km
Altura mínima1.900 m
Altura máxima2.679 m
Dificultad técnicaLa vía ferrata eslovena tiene 500 metros de desnivel de trepada constante por terreno muy aéreo, estando los tramos más expuestos equipados con grapas y clavos. La vía italiana se hace prácticamente toda andando y, a pesar de que tiene tramos aéreos, es bastante sencilla.
Track en WikilocMapa de la ruta realizada tomado en el visor OpenTopoMap
Cerca de la frontera con Italia, en las inmediaciones del Paso del Predil, aparece un desvío en dirección al Mangartsko sedlo. Una carretera de pago estrecha y asfaltada (el peaje, abierto al menos desde las 5 de la mañana cuando fuimos nosotros, costaba 10 euros), asciende hasta casi los 2000 metros. La carretera se suele llenar en temporada alta y se cierra al tráfico, por lo que conviene llegar temprano para poder aparcar en una de las zonas de aparcamiento habilitados en su parte alta. Cuando nosotros estuvimos, en julio de 2024, un desprendimiento había cortado el último tramo de la carretera, pudiendo llegar solo hasta los 1900 metros, lo que alargó la ruta en unos 3 kilómetros y aproximadamente 200 metros de desnivel adicional. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace de Google Maps.
Aunque no son ni las 6 de la mañana, ya hay numerosos grupos de montañeros avanzando por la carretera, cortada debido a un desprendimiento situado algo más allá y de no mucha extensión, que cayó hace pocos días desde los cortados que vemos a la derecha. Sin embargo, no vimos mucha intención de limpiarlo por parte de los eslovenos.
La carretera del Mangart llega a una nada despreciable altura de 2050 metros, lo que nos sitúa prácticamente a la misma altura que las cimas que se alzan al otro lado del valle, que forman una aguda y accidentada cresta.
Mucho más arriba, sin embargo, se eleva el cordal del Jôf di Montasio, ya en territorio italiano: una gran muralla calcárea que ostenta el título de segunda cima más alta de los Alpes Julianos.
Tras recorrer la base de los cortados, entramos en una zona de praderas alpinas, poco antes de que la carretera se divida en dos. Para evitar dar un gran rodeo, un sendero avanza justo por en medio, para ganar el Mangartsko sedlo, el collado del Mangart.
Es en este momento, al dejar atrás los cortados, que el monstruoso Mangart aparece ante nosotros: un tremendo diente blanco, de verticalidad sobrecogedora. La vía eslovena recorre esta pared, pero nos cuesta de imaginar por dónde.
Cuando llegamos al punto más alto de la carretera, vemos como un trillado sendero, con indicaciones hacia el Mangart, se desvía a la derecha y empieza a recorrer una amplia arista...
...que culmina en el Mangart, previo paso por su versión en miniatura, el Ratesko Mali Mangart cuyo tamaño queda en ridículo al compararlo con la magnitud de su hermano mayor. Repito lo dicho en la reseña del Triglav, en Eslovenia, todas las montañas son bellas. Y más aún cuando su silueta se recorta contra los primeros rayos del Sol.
El sendero sigue ascendiendo con suavidad por un terreno comodísimo, en dirección al collado entre los dos Mangart. El pequeño Mangart va ganando presencia a medida que nos vamos acercando, revelándose como una versión más aguda de su hermano mayor.
Cuando el sendero pasa por debajo del pequeño Mangart, se torna abrupto debido a la gran cantidad de piedras desprendidas de su cima.
Nos encontramos incluso con un paso en el que debemos utilizar las manos, justo cuando nos encontramos con el primer elemento auxiliar de la jornada, omnipresentes en la mayoría de rutas de este país.
Tras este paso, nos plantamos en el collado entre ambos picos, con el tremendo edifico montañoso del Veliki Mangart, el gran Mangart, justo delante. Lo que de lejos parecía un monolítico coloso, revela de cerca una estructura mucho más compleja, pues sus paredes están repletas de torres, tubos y espolones.
Aprovechamos el momento de descanso para analizar el objetivo principal de la jornada, el ascenso a la cumbre por la vía eslovena. Y así como antes nos parecía imposible el ascenso por la cara oeste del Mangart, desde aquí descubrimos su único punto débil: un tajo vertical que parte la muralla en dos y que permite el avance por esta ciclópea pared. Vertical, sí, pero posible. La ruta recorre esta fisura en su totalidad hasta llegar al balcón que distinguimos en su parte superior, punto en el que abandonamos la canal y encaramos la pedrera somital.
Atrás dejamos el pequeño Mangart, que nos muestra su perfil más esbelto. La vertiente italiana de esta montaña está conformada por lisas placas calizas que se desploman cientos de metros hasta los lagos de Fusine, que veremos más tarde desde la cima.
Poco después del collado encontramos la bifurcación entre la vía eslovena e italiana. Hacia la derecha, como bien indica la piedra, la vía eslovena, con los sempiternos círculos rojos y blancos.
Recto y hacia arriba continúa la vía italiana, más sencilla y por la que descenderemos.
La vía eslovena empieza atravesando la tartera que cae del Mangart, en un leve descenso rumbo a la sinuosa fisura que se abre en la pared y que marcará el inicio de la escalada.
Justo antes de la fisura, una vira herbosa se convierte en el lugar idóneo para equiparnos con el material de ferrata y empezar la vía. Durante toda la ruta compartimos camino con varios grupos, aunque a diferencia del Triglav, aquí solo encontramos montañeros acostumbrados a este terreno. Además, la vía eslovena se utiliza principalmente para ascender, lo que evita cruces incómodos con gente bajando.
Desde el inicio, la vía ferrata se muestra muy vertical y aérea. Alternamos el fondo del tubo con los espolones que lo flanquean por la derecha. Si bien el recorrido es largo y vertiginoso, está muy bien equipado, y resulta perfectamente asequible para quienes estén acostumbrados a las trepadas en alta montaña.
El ambiente es, sencillamente, impresionante. La sensación de adentrarse en las entrañas de este gigante, rodeados de abismos, la convierte en una de las rutas más espectaculares que he realizado jamás.
Tras adentrarnos nuevamente en el fondo del tubo, lo abandonamos por una pared vertical en la cual hay talladas unas escaleras que nos sirven para ascender al espolón del otro lado. Más arriba, vemos como la diagonal se encajona entre la pared principal del Mangart y unas torres desgajadas de la pared.
Mirando hacia atrás, cada vez vemos más aire entre nosotros y la tartera por la que hemos accedido a la vía eslovena. Al mismo tiempo, el horizonte empieza a despejarse, permitiéndonos ver más extensión de territorio italiano y austríaco.
Al entrar en el tubo, los pasos dejan de ser tan aéreos, aunque la verticalidad se mantiene constante.
Llegamos a un tramo donde el fondo de la diagonal se convierte en una incómoda pendiente de tierra bastante resbaladiza, aunque rápidamente volvemos a trepar por la omnipresente caliza.
Tras esta sección terrosa, regresamos al terreno muy aéreo, afrontando los tramos más expuestos de la ferrata, hasta alcanzar un nuevo espolón, desde el cual podemos contemplar buena parte de lo que hemos escalado.
Ascendemos unos metros por el espolón hasta llegar al collado en el que la diagonal que veníamos siguiendo finaliza. Delante de nosotros se abre un balcón natural que tiene toda la pinta de ser un mirador excepcional, así que nos acercamos.
No nos equivocamos. Estamos en mitad de la pared oeste del Mangart, en un auténtico nido de águilas. Muy cerca, aunque con un abismo de por medio, distinguimos el parking donde hemos dejado el coche,, así como la carretera que asciende desde el Paso del Predil. Y, al fondo, los macizos del Kanin a la izquierda, y del Montasio a la derecha.
También alcanzamos a ver parte del panorama meridional, donde el reino de roca y peñas de los Alpes eslovenos se extiende hasta donde alcanza la vista.
Nuestra travesía por la diagonal ha terminado, pero no la ruta. Si hasta ahora íbamos en dirección sur, ahora giramos hacia el este para dirigirnos de forma definitiva hacia la cima. Primero nos dirigimos, siempre siguiendo las marcas de pintura, hacia este angosto paso entre la pared y las grandes rocas que se han desprendido de la misma.
Atravesamos tramos bastante escabrosos, en los que incluso tenemos que contornearnos para poder pasar, como es el caso de esta estrecha brecha entre grandes bloques calizos.
Aparecemos en la parte intermedia de una canal por la que tenemos que ascender, haciéndolo por la parte izquierda, menos vertical.
Llegados a la parte alta de la canal, nos corta el paso un pequeño circo, que el camino supera aprovechando viras que van trazando zigzags para salvar los verticales resaltes.
Mientras ascendemos por la canal, vemos, ya bastantes metros por debajo, el final de la diagonal por la que hemos recorrido la cara oeste. Y, detrás, la dentada sombra del Mangart, cerniéndose amenazadora sobre los verdes prados.
Las marcas nos guían hasta culminar el circo, plantándonos en la parte inferior del casquete somital del Mangart. Aunque está formado por puntiaguda caliza, esta última parte no presenta ninguna dificultad técnica, salvo la precaución de no meter el pie en ningún agujero. Las dificultades han terminado.
No tardamos en divisar la cruz cimera del Mangart, rodeada de montañeros.
Los montañeros que se encuentran en la cumbre, mayoritariamente provenientes de la ruta italiana, nos miran con sorpresa al vernos aparecer por el oeste. Y no es para menos: asomarse al vacío por donde hemos venido hace casi inconcebible que exista una vía que supere los abismos de esta vertiente.
La cumbre del Mangart es extensa y está coronada por esta adusta cruz de madera.
Nos encontramos en la tercera mayor altura de Eslovenia, cuarta en todos los Alpes Julianos. Por ello, las vistas sobre el resto de sus congéneres es magnífica.
La cumbre más cercana es el salvaje Jalovec, terrible aguja de roca calcárea rodeada de abismos y torreones que se desploman hacia los profundos valles que lo rodean. Para muchos, la montaña más bella de los Alpes Julianos.
Más a lo lejos, distinguimos el rey de los Alpes Julianos, el colosal Triglav, dominando con firmeza las tierras eslovenas.
Rodeada de crestas dentadas, divisamos a su reina, el Skrlatica.
Hacia el norte, tras una insondable caída, vemos los coquetos lagos de Fusine, ya en territorio italiano, tras los cuales los Alpes Julianos pierden contundencia, destacando la sierra de Dobratsch, situada en Austria. Como vemos, estamos en territorio de frontera.
Para completar este dilatado panorama, echamos una última mirada a la recortada muralla del Jof di Montasio, que empieza a envolverse en brumas, una avanzadilla de las que van a acercarse hasta aquí.
Ésta será nuestra última montaña en nuestro viaje a este pequeño pero precioso país, por lo que disfrutamos largamente de las vistas. Pero todo llega a su fin, y empezamos el retorno, con la anunciada previsión de tormentas hacia el mediodía en mente.. Primeramente, avanzamos hacia el este, siguiendo un buen sendero por la cara sur del Mangart.
Aunque nunca llegamos a verlas, se pueden intuir las descomunales paredes que existen unos centenares de metros más abajo, comparables a las del Jalovec.
El sendero, aunque algo erosionado por la naturaleza del terreno y por el constante paso de excursionistas, nos permite un rápido descenso, dejando la blanca cumbre del Mangart atrás en poco tiempo.
El camino va atravesando varias cabeceras de barrancos hasta dejarnos...
...en la parte alta de una gran terraza rocosa que, en su avance hacia el oeste, se va estrechando progresivamente hasta convertirse en una arista afilada como una cuchilla, enlazando el Mangart con el resto de los Alpes Julianos. El recorrido por esta cresta promete ser tan espectacular como vertiginoso.
Pero nosotros no nos dirigiremos hacia esa arista sino que, a media terraza y guiados por los indicadores, giramos hacia el noroeste para descender por una infame tartera que, afortunadamente, está bastante pisada.
El sendero utiliza una ancha vira pedregosa para ir bordeando la mole del Mangart por el norte. A medida que avanzamos, observamos como la pared a nuestra izquierda va creciendo en magnitud y en número de agujas.
La vía italiana es muy sencilla en verano, cuando el terreno está seco. Sin embargo, está totalmente desaconsejada en presencia de nieve, pues a nuestra derecha nos fijamos en la presencia de amenazadores toboganes que, en caso de resbalón, nos conducirían a una inexorable caída de más de mil metros hacia el valle de Fusine.
La vira desemboca en lo alto de la rampa desde cuya base nos hemos desviado para tomar la vía eslovena. Su primer tramo es bastante empinado, obligándonos a usar las manos con frecuencia.
Pasada esta sección, solo nos quedará descender por una tartera para alcanzar el collado con el Mali Mangart.
Las brumas que antes veíamos en el Jof di Montasio han llegado hasta aquí y, al colarse entre las brechas y canales, revelan con mayor claridad la complejidad de esta laberíntica montaña.
Durante el descenso, también podemos ver la tremenda pared que cae desde el Mangart hacia los lagos de Fusine, donde existe una vía ferrata de gran dificultad. En el centro de la imagen distinguimos a un grupo de tres montañeros recorriéndola.
Llegamos finalmente al collado con el Mali Mangart, punto en el que cerramos la circular.
Pasado el abrupto pero breve tramo bajo el Pequeño Mangart, nos resta un cómodo descenso para llegar de nuevo a la carretera.
Y ya en la carretera, una apacible caminata nos dejará de nuevo en el coche, con el Mangart, que hoy hemos tenido el placer de conocer, empezando a desaparecer bajo las nubes, presagio de la tormenta que caería más tarde.