La montaña-isla del Sobrarbe

Punta Lierga (2.266 m) con todas sus puntas desde el Collado de Santa Isabel

Punta Lierga desde el Gradiello

La Punta Lierga podría considerarse un macizo en sí mismo, con una forma circular de poco más de 3 km de diámetro y un contorno bastante redondeado. Sin embargo, esta montaña presenta dos caras bien diferenciadas. Vista desde cualquier punto de su perímetro, se asemeja a una fortaleza prácticamente inexpugnable, con laderas empinadísimas interrumpidas por paredes de una magnitud impresionante, que en su cara oeste llegan a superar los mil metros de abismo, desplomándose vertiginosamente sobre el Cinca en el Paso de las Devotas. En contraste, su interior alberga una bucólica pradera, llana y apacible, donde los rebaños pastan durante el verano. En este prado se elevan las distintas cumbres de Punta Lierga, apenas sobresaliendo sobre el homogéneo núcleo de la montaña y cuyo recorrido integral se propone en esta reseña. Ascendiendo por la única vía factible, la canal de la Litera, recorreremos en sentido contrario a las agujas del reloj las siete cumbres de Punta Lierga, un itinerario que nos brindará la oportunidad de contemplar todos los panoramas que ofrece esta joya del Pirineo, una cumbre imprescindible para cualquier montañero que se precie.

Al oeste del desolado macizo de Cotiella, rey indiscutido del Prepirineo, se alza una de las montañas más peculiares de la cordillera. Elevándose como un colosal promontorio, aislado del resto de montañas por el profundo collado de Santa Isabel, la Punta Lierga puede considerarse como una auténtica montaña-isla. A pesar de su relativamente modesta altura, su imponente soledad y magnitud hacen que destaque como un islote entre el vasto mar pirenaico; no en vano, es también una de las montañas más prominentes del Pirineo.

Cara oeste de la Punta Lierga desde el Castillo Mayor, con el Cotiella detrás

FICHA TÉCNICA

Desnivel970 m

Longitud10,8 km

Altura mínima1.530 m

Altura máxima2.266 m

Dificultad técnicaTramos algo abruptos y aéreos pero sin dificultad en los accesos a la Punta el Bocolón y a la Punta el Solán.

Track en Wikiloc

Mapa de la ruta realizada tomado en el visor Iberpix

Acceso

Una buena pista de pago (se compran los tickets en una máquina expendedora del pueblo de Saravillo) permite el acceso al Collado de Santa Isabel. La pista está en bastante buen estado en la mayoría de tramos, pudiéndose realizar en un coche normal con algo de cuidado. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace de Google Maps.

Fotodescripción

Dejamos el coche junto al refugio de Santa Isabel, situado en el collado homónimo, un enclave de inigualable panorámica. Al este se alzan las espectaculares estribaciones occidentales del Cotiella...

...al sur, la imponente silueta bífida de la Peña Montañesa...

...y al oeste tiene la fortaleza pétrea de la Punta Lierga, la montaña que vamos a intentar conquistar hoy. Empezamos yendo directamente hacia ella utilizando un amplio camino que nos lleva a otro prado situado justo debajo...

...de la gran pared del Cantal, donde vemos algunos escaladores.

Tras un corto tramo de bosque, el sendero nos lleva a tocar la pared justo en el punto donde cambiamos de vertiente y nos adentramos...

...en la amplia y pronunciada canal de la Litera, que en este tramo se ve ocupada por una incómoda pedrera que no tenemos más remedio que atravesar. Los hitos y trazas de sendero nos guían por el mejor camino, con la arista que vemos en el horizonte como objetivo.

Tras cruzar penosamente la pedrera, pasamos a mucho mejor terreno justo cuando atravesamos el fondo de la canal. Al otro lado se abre una ladera cubierta de boj, por donde debemos ascender en busca de la pedregosa arista que se alza sobre nosotros.

Afortunadamente, el sendero atraviesa la vegetación con relativa limpieza y, desde luego, ascendemos mucho mejor que por la pedrera.

Tras ganar unos 100 metros de altitud, la vegetación desaparece y da paso a una empinada pendiente herbosa. Aquí, el sendero se desdibuja, probablemente debido a que los rebaños a partir de aquí ya empiezan a dispersarse. En cualquier caso, seguimos subiendo por la franca ladera con la arista cada vez más próxima.

A medida que ganamos altura, el Collado de Santa Isabel queda bastante abajo y la panorámica sobre el macizo de Cotiella se amplía, cuya cumbre mayor empieza a asomarse. Pero la más destacada desde aquí es la primera representante del macizo, el Mobisón Gran, del cual tenemos un primer plano magnífico.

Al norte, el paisaje también se despeja, aunque una densa capa de nubes cubre las montañas más septentrionales. Aun así, disfrutamos de una magnífica vista de la vertiente sur del macizo de la Llardana, donde sobresalen los agrestes Eristes.

Finalmente, alcanzamos la arista que protege el flanco derecho de la Canal de la Litera. La utilizaremos para acceder a la meseta somital de la Punta Lierga, oculta tras los muros herbosos que defienden la pradera de su interior.

A nuestra derecha, los abismos comienzan a perfilarse alrededor del islote de la Punta Lierga, evidenciando por qué solo existe una vía de acceso sencilla a su cumbre.

Tras avanzar un buen rato por la pedregosa pero amplia arista, la pendiente cede repentinamente y nos encontramos con un paisaje completamente distinto: una pradera salpicada de piedra caliza, de aspecto mucho más amable que el terreno recorrido hasta ahora. Estamos dentro de la Punta Lierga.

Justo frente a nosotros se alza la primera de sus cumbres, situada en el centro de esta gran meseta: la Corona Lierga. Para alcanzarla, tomamos el lomo que se extiende a nuestra derecha y ascendemos los 100 metros de desnivel que nos separan de su cima. A medida que subimos, la punta principal del macizo, que comparte su mismo nombre, comienza a asomarse.

También aparece la segunda cima en altura, la Punta Boltorín, nuestro próximo objetivo tras la Corona Lierga.

Pero primero toca la modesta cota de la Corona Lierga, tercera en altura y central en posición dentro del orden de jerarquías de la Punta Lierga. Como vemos, estéticamente es poco agraciada, pero el hecho de estar en el centro le da una cierta relevancia.

Mientras recorremos los últimos metros que nos restan para su cima, en el horizonte emerge uno de los reyes del Pirineo allá en lo alto de Ordesa y Pineta, envuelto en una densa capa de nubes que nos impedirá ver su cumbre durante gran parte del día.

Desde la cumbre de la Corona Lierga, la Punta Lierga tiene esta dócil apariencia. Como vamos a ir viendo a lo largo de la jornada, el interior del macizo contrasta radicalmente con su contorno exterior.

Pero antes de la Punta Lierga y para seguir un recorrido más circular y lógico, iremos a la Punta Boltorín, la cota más septentrional del macizo. Para ello, empezamos una media ladera por la ladera herbosa intentando no perder mucha altura.

Mirando atrás, en un paisaje que parece sacado de latitudes polares, las cumbres del macizo de Cotiella despuntan por encima de la "tundra".

Caminar por el corazón calizo del macizo no es tan cómodo como aparenta, ya que la afilada roca calcárea sobresale entre las suaves laderas de hierba. Aún así, en pocos minutos cubrimos la corta distancia que nos separa de la cumbre de la Punta Boltorín.

Desde la Punta Boltorín tenemos bien despejado el panorama occidental, liderados por el macizo de las Tres Sorores, bien surtido de nieve, y un sombrío macizo de la Munia.

De igual modo tenemos un diáfano panorama septentrional donde, a falta de los macizos mayores, como el de Bachimala o Posets, que siguen cubiertos por las nubes, destaca la mole de la Punta Suelza.

Como el paisaje se mantendrá prácticamente invariable durante la jornada, no nos detenemos demasiado y avanzamos hacia el sur en dirección a la cumbre principal del macizo, de la cual nos separa una corta y fácil travesía.

Desde la Punta Lierga propiamente dicha, contemplamos la extensión del resto del macizo, con su apacible interior contrastando con los vertiginosos abismos que caen desde sus puntas más exteriores. Más allá de la Corona Lierga vemos la última punta que coronaremos hoy, la Punta Betrín, mientras que en la parte derecha de la fotografía, distinguimos las modestas Puntas Pacina y Solán, iluminadas por el Sol. En el horizonte, el macizo del Cotiella se presenta en todo su esplendor, una vista que disfrutaremos aún más cuando exploremos la otra vertiente de la montaña.

A nuestros pies, 1.500 metros más abajo, el río Cinca serpentea por su valle. En el centro de la panorámica, delimitada por la Sierra de las Sucas a la derecha, el Monte Perdido al fondo y el Castillo Mayor a la izquierda, se abre la afamada Garganta de Escuaín.

Tras el Portiello de Tella y mucho más sombrío, vemos la pala sur del Robiñera, con su inconfundible silueta triangular. Es la única cumbre visible del macizo de la Munia, completamente envuelto en oscuros nubarrones.

Su contrapartida al otro lado del Cinca es el macizo de la Suelza, apareciendo primero la tenebrosa pirámide de la Punta Fulsa, seguida por su hermana mayor...

...la mole de la Punta Suelza, uno de los gigantes del Pirineo.

Para finalizar con el macizo de la Suelza, en la frontera entre la nubosidad y el terreno soleado, distinguimos la pelada cresta de la Punta Maristás.

Tras un breve descanso, retomamos la ruta acercándonos a la antecima oeste de la Punta Lierga, desde la cual...

...ya vemos claramente el siguiente objetivo, la punta más apartada y airosa del macizo y que marca su vértice occidental: la Punta Bocolón.

Descendemos primero por una ladera herbosa hasta alcanzar la pedregosa arista que nos conducirá a su cima. La cresta es muy sencilla y se puede hacer andando perfectamente aunque...

...impresiona el abismo que comienza a perfilarse a nuestra derecha. Se nota que estamos dejando atrás el núcleo central del macizo y adentrándonos en sus verticales y escarpados contornos exteriores.

Bajando por la arista nos percatamos de que un grupo de cabras, de las que pastan por las praderas somitales, se han fijado en nosotros y han empezado a seguirnos, probablemente en busca de sal. A medida que ganan confianza, se acercan cada vez más hasta llegar a tocarnos, obligándonos incluso a intentar espantarlas con los bastones, aunque con escaso éxito.

Alcanzado el collado, realizamos una travesía en diagonal por la ladera derecha para esquivar un corto murete de caliza y rápidamente salvamos los 15 metros que nos separan de la cumbre de...

...la Punta Bocolón, la más desgajada de todas las puntas de la Lierga. Su aislamiento la convierte en un mirador excepcional, sobre todo hacia el sur, donde el horizonte se abre sin obstáculos.

Con el pequeño embalse de Lafortunada a nuestros pies, medio Aragón se abre ante nuestros ojos, pudiendo divisar buena parte de sus gigantes prepirenaicos centrales, como Guara, Canciás, Oturia y muchos más.

Al otro lado del Cinca, podemos observar a la perfección otra montaña-fortaleza, el Castillo Mayor, uno de los sinclinales más definidos de la cordillera. Su única vía de acceso, una rampa herbosa que rompe la inexpugnable pared, se aprecia con total nitidez desde nuestra posición.

Al estar separada del cuerpo principal del macizo, la Punta Bocolón nos ofrece una perspectiva única de la agreste vertiente exterior de la Punta Lierga, una imagen imposible de conseguir desde las otras puntas, situadas dentro de la corona central.

Desde la cima del macizo, un largo y vertiginoso salto de 1500 metros de desnivel nos llevaría a dar un chapuzón en las aguas del Cinca. Probablemente estemos hablando de una de las mayores caídas de toda la cordillera.

Tras haber explorado la vertiente occidental de la Punta Lierga, es hora de atravesar su cara sur, hasta ahora desconocida para nosotros. A primera vista, esta ladera parece más amable, presentándose como una empinada pendiente de boj y pedrera, lo que sugiere que podría ser factible descender hasta el fondo del barranco del Irués. Sin embargo, las apariencias engañan: una extensa muralla de roca en la parte inferior bloquea cualquier paso directo por este lado.

Para evitar volver a ascender hacia la Punta Lierga, emprendemos una larga travesía en media ladera, ascendiendo gradualmente por las cuestas terrosas con el objetivo de acceder a la meseta cerca de la Punta Pacina, que destaca en el horizonte.

Atrás dejamos a nuestras compañeras de cima, que permanecen en el collado de la Punta Bocolón, entretenidas en sus asuntos caprinos.

No sé porque nos miran a nosotros, teniendo el Monte Perdido detrás.

Siguiendo las trazas de los rebaños, dejamos la cara sur para regresar al corazón del macizo para después guiar nuestros pasos hacia la Punta Pacina, que vemos cercana.

Una imperceptible subida nos lleva hasta su "cumbre", la más irrelevante de todas las que conforman el macizo de Punta Lierga.

El mayor aliciente de esta punta es poder ver esta soberbia perspectiva de la Peña Montañesa, situada justo al otro lado del Irués.

También ofrece una bonita vista trasera de la Punta Lierga y la Punta Bocolón, que ya hemos dejado atrás. Y sí, ahora nos siguen ovejas.

La siguiente en la lista es la Punta Solán, que marca el vértice meridional del macizo y promete estampas impresionantes del macizo del Cotiella. Un corto y cómodo descenso nos dejará en su cima.

Según los mapas, la Punta Solán es la modesta cota situada dentro del macizo que mira hacia el oeste. Sin embargo, de esta punta se desprende un vistoso espolón que intuimos presentará vistas mucho mejores. Así que hacia allí vamos.

La arista se presenta al principio muy sencilla, pero se va afilando antes de llegar a una pequeña brecha, por la que tenemos que destrepar unos metros.

Cerca de la mencionada brecha, el espolón se convierte en un crestón calizo por el que resulta algo incómodo transitar. Es preferible avanzar por uno de sus lados para hacerlo con mayor seguridad.

En pocos minutos llegamos a la punta más meridional de la Punta Lierga, que para mí merece más el honor de ser nombrada antes que la auténtica Punta el Solán. Y es que esta modesta cota es un nido de águilas se mire como se mire, pues tiene cara a cara las últimas estribaciones del macizo de Cotiella, de las que nos separa la profunda garganta del Irués. Llama la atención el coqueto prado del Nasarro en medio de los vacíos calcáreos que lo rodean.

También tenemos una vista diáfana del punto culminante de la Sierra Ferrera, que aparece detrás de la Peña Solano, cuya agreste cumbre queda, sin embargo, empequeñecida ante semejante mole. En el horizonte, el inconfundible perfil de Guara.

Pero si algo destaca desde esta cumbre es el emperador del Prepirineo, mostrándose en todo su poderío. Al otro lado del Collado de Santa Isabel, donde hemos dejado el coche, se levantan abruptamente los agrestes pilares occidentales de Cotiella, entre los cuales destaca...

...el magnífico caparazón del Mobisón Gran.

Y detrás de la Punta de la Cués, borde derecho del anfiteatro del Gradiello, y en la otra punta del desolado desierto del Entremón, aparece el rey prepirenaico, el Cotiella, bien secundado por su segundo de a bordo, el Espouy o Punta de Armeña.

Es inevitable perder el tiempo con estas maravillas delante, por lo que ya ha pasado el mediodía cuando abandonamos la innominada punta y emprendemos el retorno al corazón de la Lierga (de la que vemos 6 de sus 7 puntas) para culminar la integral en la Punta Betrín, la más oriental de todas y la última de nuestro recorrido.

Tras desandar el espolón y regresar a las praderas, solo nos quedará un ascenso de 60 metros de desnivel por una cómoda ladera para llegar...

...a la extensa Punta Betrín, con un fondo espectacular.

Además de las cumbres mencionadas a lo largo de esta reseña, hay una que aparece por primera vez, al disiparse las nubes que la mantenían escondida; el Aneto, el monarca del Pirineo, se nos muestra por vez primera en el centro de su corte, las Maladetas.

Y, como si no quisiera ser menos, la cumbre del Monte Perdido se despeja justo en este momento, elevándose sobre la Punta Lierga.

No podríamos haber tenido un mejor final de recorrido, así que iniciamos el descenso definitivo, primero hacia la concavidad de la Basa Lierga, único punto de entrada del macizo.

Una vez allí, abandonamos por última vez el corazón del macizo y emprendemos un decidido descenso por la arista de la Litera.

Ya de nuevo en el sendero que nos llevará al Collado de Santa Isabel, que ya divisamos a lo lejos, damos por concluida esta espectacular ruta, habiendo podido conocer en profundidad una de las montañas más importantes de los Pirineos.